Redacción- Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés, ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de compañía.

Karl Heinrich Brisch, jefe del servicio de medicina psicosomática del hospital infantil de la Universidad de Múnich, afirma que si los padres ignoran sus llamadas, su cuerpo producirá hormonas del estrés y, a la larga, esto podrá dañar su sistema nervioso central, así como su crecimiento y su capacidad de aprendizaje.

Heinrich explicaba que los bebés a los que dejan llorar «aprenden muy pronto a activar un programa de urgencia en su cerebro, muy similar al acto reflejo de la tanatosis observado en algunos animales que ven su vida amenazada, y que consiste en simular la muerte». Esto afecta a su desarrollo cerebral, y así los niños no aprenden a adaptarse al estrés.

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La psicóloga Katharina Saalfrank, conocida por ser la Super Nanny alemana, añadió que si se deja que los bebés lloren, éstos pueden quedarse traumatizados.

Para ellos, la falta de reacción por parte de sus progenitores significa: «Puedes llorar todo el tiempo que quieras; nadie va a venir a ayudarte». Y esto acaba frecuentemente en traumas afectivos, problemas de sueño, ansiedad, dependencia y síntomas depresivos.

El método de la espera progresiva no tiene ningún valor pedagógico, pues los bebés tienen una percepción del tiempo totalmente diferente a la nuestra. No saben si llevan cinco o diez minutos llorando y son incapaces de extraer conclusiones. #AMPrensa