Luis Guillermo Solís, expresidente de la República. AMPrensa.com

 

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Edgar Fonseca

Edgar Fonseca M.                                                                                 Editor www.PuroPeriodismo.com

¿Impusieron los autobuseros “su ley” al gobierno en el reciente diferendo?

En la opinión pública no queda un atisbo de duda.

La abrupta salida del viceministro del MOPT solo añade preocupación y molestia pública por la forma y por el fondo de cómo se resuelven ciertos actos en esta administración.

Los buseros no solo se apearon a un viceministro incómodo a sus propósitos.

Hicieron rodar cuesta más abajo  la deteriorada imagen del gobierno.

Ninguno de los precipitados pasos que envolvieron el incidente tuvo la más razonable y convincente explicación pública.

Si la administración intenta desplegar una debida estrategia de comunicación, en este zipizape brilló por su ausencia y fue hecha trizas desde lo más alto de la jerarquía.

Con el agravante de que el presidente, quien no debiera  quemarse más en los dimes y diretes de episodios como estos, fue el primero en comprarse el pleito y enfrentar los disparos a descubierto, para ahondar la negativa percepción que tiene la gente de su manera de actuar y reaccionar en la gestión gubernamental.

Si se suman los infortunios de conducción política tras un bochinche como este, no habrá sobre la faz de la tierra ningún mago capaz de salvar imágenes públicas; capaz de hacer transparente las tareas gobiernistas.

Desde que trascendieron las reuniones secretas con representantes de los poderosos gremios autobuseros, emergió  la descalificación al funcionario titular en su autoridad, en sus funciones y en su área de influencia.

¿A qué queda expuesto cualquier otro jerarca con semejante precedente? ¿Quién se va a atrever a tomar la menor decisión, con cierto grado de autonomía, si en Zapote le aguarda una guadaña, según sean las presiones?

No menos preocupante, el fondo de la disputa.

El gobierno es presa de su fragilidad política. La más mínima presión de ciertos grupos, llámense autobuseros –que juegan de inmaculados a costa de la imagen del mandatario–, lo pone contra las cuerdas.

Llámense empresarios que, aferrados a sus intereses sectarios, boicotean sumar al país a una visionaria estrategia comercial multinacional como la Alianza del Pacífico, envalentonados, además, por el desinterés manifiesto del presidente.

Llámense sindicatos que secuestran cualquier intento de poner orden en el desmadre fiscal, empoderados por el discurso del mandatario.

Semanas atrás cayó en desgracia el titular de Trabajo. Y así se fue el Viceministro de Agricultura.

Y, un funcionario que quiso imponer  “su ley” en las sensibles relaciones comerciales del país, partió en lo más profundo de sus silencios.

Y, también, sucumbió el flamante embajador ante la OEA en medio de uno de los más penosos capítulos para la diplomacia tica.

Pero ni de estas ni de aquellas crudas experiencias parece aprender la cúpula del gobierno.

Si existe un “círculo cero” de asesores de máxima confianza junto al presidente Solís, deberían apoyarlo a cuajar un rumbo de gestión menos escabroso. A no perderse en este corre,corre, ante las urgencias del día, de “apagafuegos” –o de avivarlos como con los autobuseros–  que parece ser el laberinto de esta administración.

Master en Periodismo, Universidad de Missouri-Columbia