GArayaustavo Araya Martínez


Politólogo y profesor universitario

A medida que pasa el tiempo aparece evidencia suficiente para comprobar que don Oscar Arias efectivamente tenía que pensar su lanzamiento (que va más allá de ganar caminando o mostrar gula) y que don José María Figueres lleva a cabo una estrategia que trasciende el ganar una convención interna o la Presidencia de la República.

Decía yo hace algunos días que don Oscar estaba cada vez más lejos de lanzar su candidatura (si la razón política aún sigue siendo lo que impera), ello porque:

  1. a) Efectivamente parece no contar con estructura partidaria afín, al 100% comprometida y convencida (como la tuvo para el 2006 lo cual demostró en parte la noticia dada a conocer por La Nación, en la que se pone de manifiesto el fraccionamiento de la bancada del PLN).
  1. b) En parte por las encuestas (publicadas y no publicadas), que le señalan que tampoco la candidatura de don Oscar significa el triunfo contundente del PLN, tieniendo del todo seguro un 40% en una eventual primera ronda, ni tener todo el apoyo que se esperaba dentro del propio electorado simpatizante con su partido.
  1. c) En caso de llevarse a cabo una convención y participar en ella don Óscar, muy rápidamente se convertiría – dada su posición de “candidato a vencer”- en un “todos contra uno”, por la cantidad de candidaturas que no tienen nada qué perder (Aiza, Cruickshank y Rojas Franco… mientras aparecen otras).
  2. d) Don Óscar sin duda alguna polarizaría una campaña electoral, pues significa la antítesis de los movimientos progresistas y de “izquierda”, además reviviría temas como el TLC, crucitas y algunos otros; todo lo cual empoderaría casi automáticamente a quienes se encuentren en esas posiciones, agrupándoles, colocándoles en frente a un “enemigo en común” y llevando posibilidad nuevamente de que el país quede al vilo de un 50% 50% en las elecciones.
  1. e) Súmesele a lo anterior el hecho de no contar hoy con una plataforma programática clara, no sólo de la profundización del modelo exportador-financiero para el país, sino también una cuya temática que vincule la oferta desde un eventual Gobierno suyo a la dinámica internacional (como lo hizo en lo político el tema de la paz en los 80 o la firma de un tratado comercial multilateral como el DR-CAFTA en los en la primera década de este siglo).

Don Oscar está claro que hoy es necesaria una agenda, que no sólo requiera un impulso importante, sino garante de la necesidad de su firma para ser llevada a cabo, pero más aún, que compela al resto de las fuerzas políticas, económicas y sociales, para dotar de legitimidad a un próximo gobierno (por eso su frase de si “me dejan hacer lo que quiero”). Él, sin duda, está haciendo el esfuerzo de buscar esa agenda de consenso y por ello sus reuniones con distintos líderes – más o menos incómodos, como en el caso de don Ottón, más o menos sabedores de lo que está sucediendo como en el caso de los diputados confesionales.

No tenerlas todas consigo hoy – ni en agenda, ni legitimidad interna y sin una estructura clara y leal – tienen a don Oscar más cerca del no, que del sí lanzarse. Ello sin contar que las condiciones materiales, que van desde las presas tanto en lo vehicular, como en lo institucional, con un Estado arterioesclerótico, un sistema de partidos fraccionado y sin visión estratégica, una clase económica fragmetada y enfrentada, contradictoria (en la que basta con ver lo que sucede con las cámaras empresariales), un movimiento sindical igualmente dividido y con una agenda de muy corto plazo, entre otros, complejizan la situación y dejan ver que no es el mejor momento para su retorno. Ello sin contar con las condiciones subjetivas y personales, de edad, propia y de cuadros dirigentes cercanos, con un PLN desorientado (con un secretario general por la libre, sin entender los signos de los tiempos, una asamblea nacional que él no “armó”, una familia liberacionista enfrentada, con un hijo pródigo desde la municipalidad capitalina que espera verlos fracasar, una expresidenta que aguarda el mejor momento para la reivindicación de su propio mandato y demostrarle a su mentor lo ingrato e injusto que ha sido….).

Todo esto sucede mientras se enfrenta a un candidado relativamente mejor “armado” con agenda propia, puede que sin legitimidad suficiente, pero sí con estructura y lealtades a fin de cuentas (pues su paso por la Presidencia del Directorio Político y con una camapaña electoral como la municipal) que hacen de José María Figueres un rival no tan débil y a quien no le preocupa perder, pues su apuesta es distinta, la meta que busca con su precandidatura no necesariamente ser coronado con la Presidencia de la República… pero esa, es otra historia.

Llegamos así al 5 de setiembre, cuando estos dos hábiles y sesudos jugadores de ajedrez político se sentaron uno frente al otro, cada uno con el planteamiento de sus estrategias. Tal como se apunta líneas arriba don Oscar parece no tener más jugadas qué hacer o ve que no es claro su triunfo de manera contundente movidas más adelante, incluso puede que pierda buena parte de su posición si continúa en el juego. Su personalidad no le permite aceptar lo que, desde su punto de vista, sería una derrota. Si él se mete al juego es para ganar. Pero se da cuenta que su oponente no busca el mate, domina en centro del tablero y tiene las fichas alineadas. Toca entonces pactar, y como en ajedrez ofrece “tablas” (*), que ambos abandonen la lucha … y ello precisamente lo pone en evidencia a él y lo que piensa de las posibilidades reales de su oponente. Técnicamente, don Oscar ya se levantó del tablero, propone no seguir jugando… es sólo cuestión de tiempo.

(*) http://www.123ajedrez.com/reglas-basicas/tablas