Redacción/Agencias – La medicina cuenta con la polipíldora perfecta para mantener a tono la memoria y los músculos, conservar la próstata y controlar la tensión arterial, entre otras muchas cosas.

El sexo es un recurso gratuito y siempre disponible para mejorar la salud. Ignorado y reprimido durante siglos, los médicos descubren cada día algún campo en el que aplicarlo.

«Alivia la ansiedad, el insomnio, mejora la autoestima, actúa sobre el sistema inmunológico y cardiovascular y es un deporte con el que quemamos unas 150 calorías en cada relación. ¿Qué más queremos?», dice Publio Coronado, ginecólogo del hospital Clínico de San Carlos de Madrid.

Visto lo bien que sienta, hay que deducir que la naturaleza dispuso de él no solo para asegurar la reproducción, sino como medio para alargar la existencia.

La vida sexual ya se chequea en muchas consultas, y no solo cuando hay problemas. José Serres Márquez, presidente de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (SEMAL), y sus compañeros de especialidad la consideran un aspecto clave en el tratamiento médico para evitar que lleguen acompañados de achaques.

A sus pacientes les recomienda como regla de oro hacer cosas que les proporcionen placer, y cómo no, el sexo se halla en la lista: «Está demostrado que aumenta la longevidad, porque provoca la secreción de hormonas relacionadas con ella. La primera es la dehidroepiandrosterona (DHEA), que ayuda a prevenir la depresión y los males cardiovasculares y degenerativos».

Un alud químico

A partir de ahí se produce una cascada química en el cuerpo de efectos insospechados. Por ejemplo, los estrógenos, liberados en el orgasmo, tienen consecuencias estéticas.

Esta hormona guarda relación con que el cabello parezca recién salido de la peluquería y con que la piel luzca tersa, ya que induce la síntesis de colágeno, la proteína que forma su estructura y le proporciona elasticidad.

Cuando el doctor Coronado empezó a ejercer, preguntarle a una paciente por sus relaciones sexuales era impensable; ahora se habla abiertamente de ello, porque practicar sexo se ha convertido en condición indispensable para superar problemas tan frecuentes como la atrofia vaginal.

Esta se produce por la caída de estrógenos que se registra en la menopausia y afecta al 40 % de las mujeres.

La vagina es la zona que más atrofias acusa, debido a que es la que tiene mayor concentración de receptores de la hormona.

«Adelgaza la mucosa y los vasos, lo que se traduce en un órgano más liso y pálido, con menos pliegues y vasos, y unos labios más reducidos, Como consecuencia de todo ello, pierde elasticidad y aparece sequedad, sangrado y signos inflamatorios, entre otros síntomas, lo que se traduce en unas relaciones íntimas dolorosas», apunta el doctor Coronado.

Para evitar ese calvario, la mayoría de las mujeres tiende a evitar el contacto, lo que a su vez da lugar a problemas de pareja.

En algunos casos, los ginecólogos rompen ese círculo vicioso recetando una terapia hormonal sustitutiva, y siempre invitando a la mujer a que no deje de lado el sexo. Su práctica regular, con ayuda de lubricantes que facilitan la penetración, aumenta el riego sanguíneo en la zona y la atrofia revierte.