Redacción – Muchas personas han tenido que pasar por la pérdida de un ser querido y algunos les cuesta pasar ese difícil proceso, ya que piensan que el duelo es una instancia o un periodo corto de dolor o tristeza.

Para poder afrontarlo primero se debe permitir estar en él, darse permiso para sentirse mal, necesitado, vulnerable, abrir el corazón al dolor, llorar, ser amable consigo mismo, entre otros factores.

El duelo es un proceso de adaptación requerido ante una pérdida significativa, este proceso implica un trabajo doloroso y su desarrollo se presenta de forma diferente en cada individuo.

El sufrimiento por las pérdidas es algo a lo que todo individuo está expuesto a lo largo de su vida desde el momento de su nacimiento, la forma de ir enfrentando estas situaciones será muy subjetiva y dependerá de los recursos personales (internos) como del ambiente que lo rodea (recursos externos, familia, cultura, sociedad).

Para poderlo abordar también, se deben aplazar algunas decisiones importantes como no descuidar la salud, agradecer las pequeñas cosas, animarse a pedir ayuda, tener paciencia con los demás, no todos comprenden lo que se está pasando, permitirse reír, confiar en los propios recursos para salir adelante, aceptar la irreversible de la pérdida, aprender a vivir de nuevo y concentrarse en la vida y en los vivos.

Las personas que atraviesan por la pérdida de un ser querido, pueden experimentar por diferentes fases en un proceso normal y no un duelo patológico. Describen lo que ordinariamente vive cualquier persona en el camino por llegar a la aceptación, al encarar una pérdida significativa, son el recorrido necesario para retomar la vida y la nueva realidad. Esas etapas son:

  • Fase de shock o embotamiento, sensación de estar desconectado, es una especie de anestesia temporal durante algunas horas, días o semanas, como respuesta al hecho, la persona se siente embotada, incrédula, desorientada, confundida, incapaz de comprender lo que pasó, se puede mostrar una aparente calma o por el contrario angustia, llanto o pánico.
  • Fase de anhelo y búsqueda de la persona querida, en esta etapa se alternan la búsqueda ansiosa y la esperanza intermitente, con el desengaño, el llanto y el enojo. También puede haber sentimiento de culpa. Se incrementan los anhelos de un reencuentro con la persona fallecida, buscándolo en lugares que frecuentaba, confundir a una persona por la calle, soñar que continúa con vida.
  • Fase de desorganización y desesperanza, es un momento difícil y puede ser larga, puede llegar a generar depresión y apatía. La persona en duelo revive continuamente los recuerdos del fallecido y el darse cuenta de que son solo recuerdos le provoca una sensación de desconsuelo. Experimenta soledad social y emocional, insomnio, pérdida de peso y sensación de que la vida ha perdido sentido.
  • Fase de mayor o menor reorganización, en este momento empieza a disminuir el dolor tan intenso por la pérdida, se experimenta la sensación de reincorporarse a la vida, la persona fallecida se recuerda ahora con una sensación combinada de alegría y tristeza y su recuerdo se lleva en el corazón.

“Cuando una persona atraviesa por esto es importante escucharlo, acompañarlo y preguntarle sin hacer juicios de valor, respetar los silencios, permitir el desahogo de emociones, lo que permite la integración de la pérdida”, indicó Zúñiga.