Pocas fueron las alegrías y muchas las amarguras. Costa Rica cerró un 2017 que, como decimos los ticos, fue para sentarse a llorar.

Este domingo cerramos un año difícil como país, en medio de una gran incertidumbre por las elecciones presidenciales que se avecinan en febrero. Pero más allá del futuro, repasemos lo que más nos afectó en el ya finalizado año.

Lo iniciamos con el pie izquierdo en materia de (in)seguridad ciudadana. Nuestro sistema penal recibió a un vendedor de drogas y durante el proceso de resocialización lo convirtió en un asesino en serie. El 21 de enero no será olvidado jamás por cinco familias que vivieron con dolor el atroz crimen de cinco de sus miembros.

Las víctimas eran universitarios que, a sangre fría y sin compasión, fueron asesinados por una despiadada «golondrina» que recibió un beneficio para salir de la cárcel. Aquel hombre, cegado por un deseo sexual, mató a los jóvenes que cayeron en su trampa.

Ese fue el inicio del año. Fue tan oscuro como los doce meses restantes del año, teñidos de sangre por los más de 600 homicidios registrados, una cifra nunca antes vista en la otrora Suiza Centroamericana.

Costa Rica sufrió en seguridad, desempleo, infraestructura, falta de dinero, ausencia de transparencia, lucha de ideologías y corrupción. Es decir, padecimos las siete plagas y nuestro Moisés, lejos de ayudarnos, se enojó cuando lo culparon y a final de año se fue a vacacionar, una vez más, a España.

El Gobierno, excepto por el Ministerio de Seguridad, se olvidó de la obligación del Estado de proteger a los ciudadanos y contrario a toda lógica, comenzó a excarcelar delincuentes en lugar de arrestarlos. Esta medida poco racional que lidera un pequeño grupo «progrechancletudos» generó un incremento en la criminalidad, aunque ellos lo niegan.

Prácticamente, todo el país, excepto ese pequeño grupo, se opuso a las excarcelaciones, pero al Gobierno poco le importo… Así como tampoco le importo apoyar a Seguridad Pública en su gestión de mejorar a nuestra policía, de dotarla de mejores equipos y de capacitarla para luchar contra un enemigo cada vez más fuerte.

El 2017 se despide con un récord en decomisos de cocaína, pero a la vez con otro de asesinatos. No hubo día que no se registrara un crimen, así como no hubo un día en que los costarricenses pudiéramos transitar sin problemas por nuestras calles.

El caos vial nos asfixió en los últimos 365 días del año. Nos quitó salud, dinero, paz y tiempo de calidad… Las presas se agudizaron en el 2017, cuando algunos, de forma ilusa, creyeron que la reconstrucción y ampliación del puente de la platina resolvería el problema.

La enorme cantidad de carros en nuestras calles provocó un colapso total que pareciera nadie quiso solucionar. Nunca hubo una mano firme que le exigiera a los funcionarios al menos alivianar el problema.

El año también cierra con problemas económicos, mismos que se sufren desde enero. Llegamos a tal punto de que nuestra crisis financiera fue noticia mundial hace cuatro meses y, más reciente, cuando hubo atrasos en pago de salarios y pensiones. Algo que no sucedía desde hacía muchísimos años.

Para rematar, este 2017 termina con una desgastada imagen de los políticos que en lugar de devolverle la confianza a los costarricenses, hacen todo lo contrario. Los casos de corrupción vividos este año en todos los poderes de la República minaron su credibilidad.

La democracia es la que más sufre. Nadie cree en los políticos y sus promesas. La sociedad se cansó de escuchar excusas y de una misma cantaleta que, como estribillo de canción reguetonera, se repite muy seguido.

Finalmente, Costa Rica despide el 2017 en medio de una división por las ideologías y creencias. Pareciera que vivimos en medio de una lucha entre conservadores y los liberales. Cada grupo por su lado quiere mostrar su fuerza a través de marchas callejeras y no del dialogo y el consenso.

La familia, la vida, los derechos y demás divisiones que usted quiera agregar, fragmentaron nuestro país cuando lo que más necesitamos es unirlo para salir adelante. El 2017 ya es cosa del pasado. Nos podemos sentar a llorar al ver como perdimos 365 días, pero también veamos en que fallamos como país y tomemos medidas este 2018.

En unos cuantos meses, nuestro país estará en manos de un nuevo gobernante, por aquel que usted elija con su voto. Es por ello, que debe meditar qué quiere para usted, su familia y, sobretodo, para Costa Rica. Medite para luego no sentarse a llorar de nuevo.