El desaparecido dictador Fidel Catro aplaude a Daniel Ortega, durante la toma de posesion en 1985. Foto de La Prensa

Agencia. En medio de una de las crisis políticas más fuertes de su historia reciente, Nicaragua conmemoró días atrás 39 años desde que la revolución sandinista puso a fin al régimen de los Somoza.

Así es que las celebraciones están marcadas por las denuncias de excesos en la represión ordenada por el presidente Daniel Ortega.

Miles de manifestantes en todo el país están exigiendo su renuncia y la de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo. También están pidiendo elecciones anticipadas.

Desde mayo, más de 300 manifestantes antigubernamentales han sido reportados muertos en las calles de Nicaragua y miles más han resultado heridos.

El Ortega de ahora, a sus 72 años, está lejos de aquel idolatrado luchador por la libertad que llegó a ser.

 

En vez de esto se le está comparando con los Somoza, la dinastía de brutales gobernantes que ayudó a derrocar a fines de los 1970, cuando era guerrillero sandinista.

Cómo empezó la crisis en Nicaragua

La situación actual tuvo su detonante en abril con la introducción por parte del gobierno de reformas a la seguridad social.

La iniciativa incrementaba las contribuciones y reducía las pensiones. Eso hizo estallar una ola de protestas espontáneas en todo el país.

Los estudiantes tomaron las calles, los movimientos indígenas se unieron a ellos igual que los desempleados.

Tras varios intentos de iniciar un diálogo nacional, llegó la contundente respuesta de Ortega: desplegó a las «turbas», policías y grupos de partidarios del gobierno fuertemente armados.

Dispararon a los manifestante en las calles y cuando los estudiantes establecieron tres campamentos de protesta en las universidades, fueron asediados.

«Balas para desayunar»

Las semanas de protestas y derramamiento de sangre conmocionaron a muchos nicaragüenses, pero no se ha dado todavía una cifra oficial de muertos.

Aunque los paramilitares niegan que haya un número grande de víctimas cuando hablan con la prensa, los testigos y grupos de derechos humanos que han estado monitoreando los eventos dicen que más de 300 personas han muerto en incidentes separados.

Agregan que algunos de los muertos eran niños y adolescentes.

Los manifestantes argumentan que ese es el resultado del empleo de fuerza excesiva por las fuerzas de seguridad, que usan balas contra personas desarmadas.

Amnistía Internacional dice que «la represión estatal ha alcanzado niveles deplorables».

Uno de los peores incidentes recientes ocurrió en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en Managua, donde estudiantes y periodistas quedaron atrapados dentro de una iglesia y enfrentaron un ataque de toda la noche de las autoridades.

«¡Esta masacre debe terminar!», tuiteó el obispo auxiliar de Managua, Silvio José Baez. Mientras tanto, los estudiantes transmitieron en vivo por internet desgarradores mensajes de despedida.

«No es un dictador de la noche a la mañana»

Ortega aseguró que había recuperado el control de las calles a tiempo para el 19 de julio, cuando el país conmemora el 39 aniversario de la revolución sandinista.

Pero muchos nicaragüenses ahora piensan que el excomandante sandinista comienza a parecerse al antiguo tirano que ayudó a derrocar.

Las críticas para Ortega han surgido tanto dentro como fuera del país.

«Este es un gobierno brutal, asesino… que mata a una población desarmada», dijo la nicaragüense Bianca Jagger, que ahora es activista de derechos humanos.

Pero «Daniel Ortega no se hizo dictador de la noche a la mañana».

De hecho, la transición de Ortega -de dirigir un levantamiento popular a sofocar una revuelta contra sí mismo- ha sido un largo proceso.

El joven sandinista

Ortega creció con los relatos de su padre un combatiente rebelde que luchó con César Augusto Sandino contra los Marines estadounidenses que se involucraron en los asuntos de Nicaragua antes de la Segunda Guerra Mundial.

Para la década de 1950, cuando era estudiante, participó en las manifestaciones para derrocar a la dinastía de los Somoza, un régimen hereditario que, con apoyo de Estados Unidos, gobernó Nicaragua durante cuatro décadas en el siglo XX.

Las actividades rebeldes de Ortega lo llevaron a ser acusado de terrorismo y encarcelado durante siete años por Anastasio Somoza Debayle.

Después de su liberación en 1974, se unió a la revolución con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y para 1979 el último Somoza ya había sido derrocado.

Nicaragua sandinista

Ortega se convirtió en el rostro del nuevo gobierno sandinista y en el coordinador de su Junta de Reconstrucción Nacional de Nicaragua.

Fue un comienzo prometedor para la nueva Nicaragua: contaba con el apoyo del gobierno de James Carter en Estados Unidos y se embarcó en ambiciosos programas de alfabetización, reforma social y redistribución de tierras.

Con información de BBC.com