Imagen con fines ilustrativos. Fotografia: Mauricio Orjuela/Mindefensa

Redacción. En medio de las dudas en el mundo por el uso del herbicida glifosato, el toxicólogo internacional William Reeves afirma que el producto desempeña un papel importante en la protección de la salud pública, principalmente de los agricultores que lo utilizan en el control de la maleza.

“Algunas especies de malezas son venenosas para las personas y el ganado. Si estas no se controlan las cosechas pueden contaminarse y la gente se enfermará. En marzo pasado se retiró del mercado algunos frijoles verdes en Francia porque estaban contaminados con una hierba venenosa llamada Datura. Esta es una situación a la que nos exponemos sin herramientas como el glifosato”, comentó William Reeves, jefe de Gestión de Asuntos de Seguridad y Salud de Bayer.

El experto lamentó que entorno al glifosato se haya construido una discusión ideológica que reste espacio al razonamiento basado en la técnica, en la ciencia.

Destacó que el único pronunciamiento en contra del producto hasta ahora ha sido del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC), el cual analizó e interpretó solo una parte de los datos disponibles por las autoridades regulatorias del mundo. Este estudio calificó al glifosato de “probablemente cancerígeno”, una categoría en la que incluye también las frituras a altas temperaturas, la carne roja, o trabajar en horario nocturno.

Por otro lado, los organismos regulatorios referentes en el mundo sobre el tema, entre ellos la agencia EPA de los Estados Unidos o la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, EFSA, concluyeron que el producto no causa cáncer, luego del análisis de un extenso cuerpo de datos científicos sobre la seguridad del glifosato.

“Mi trabajo es asegurar que la ciencia siga siendo parte central de la toma de decisiones relevantes para la salud pública.  Existen estudios a largo plazo sobre la posibilidad producir cáncer y otros efectos, así como varios análisis epidemiológicos que consideran la salud de los usuarios.  Todos ellos apoyan la tesis de que el herbicida se puede aplicar de manera segura y sin provocar problemas a la salud, incluso después de un uso prolongado. En este sentido, lamentamos las presiones que han generado grupos que se oponen a las discusiones científicas abiertas, y que impiden un diálogo constructivo y transparente con la sociedad «, agregó.

Reeves señaló que todas las regulaciones de agroquímicos son precautorias, pues deben pasar por pruebas de seguridad detalladas antes de poder ser vendidos, esto ante criterios externados por ambientalistas quienes alegan un irrespeto por parte de la legislación nacional al principio precautorio.

“Cuando las autoridades reguladoras identifican la necesidad de obtener más información, solicitan nuevos estudios para garantizar que los productos puedan usarse de manera segura. No obstante, bajo la excusa de la precaución es frecuente desechar toda evidencia científica recolectada y sustituirla por un único estudio reciente, en lugar de considerar todos los datos disponibles para determinar si el producto puede permanecer en el mercado”, añadió.

Recalcó que el glifosato está expuesto a la degradación por parte de los microorganismos del suelo y es poco probable que llegue al agua. Además, los reguladores consideran estos hechos como parte de las evaluaciones de riesgo y establecen límites estrictos de exposición para garantizar que los residuos no supongan un riesgo.

Para el experto la solución a la controversia en torno al glifosato está en tomar en cuenta las conclusiones del todo el peso de la ciencia disponible, que reúne más de 800 estudios internacionales, que respaldan la seguridad del herbicida, dejando de lado posiciones ideológicas.