Redacción- Se caracterizan por ser de color café oscuro o claro, pueden llegar a medir hasta siete milímetros y se nutren de sangre.

Estas son algunas características de las Cimex lectularius, una de las especies mejor conocidas como “alepates” o chinches de cama.

Desde los años 80, en Costa Rica no se tenían reportes de ninguna especie de Cimex, hasta hoy.

Así lo reportaron cuatro científicos de la Universidad de Costa Rica (UCR): Juan Carlos Cambronero Heinrichs, Ólger Calderón Arguedas y Adriana Troyo Rodríguez, de la Faculta de Microbiología; junto con Laura Sofía Sánchez Portilla, de la Escuela de Biología.

Su hallazgo, primero que comprueba a nivel molecular la presencia de la C. lectularius en toda Centroamérica, fue divulgado por la prestigiosa Journal of Medical Entomology, de la Sociedad Entomológica Americana.

Esta revista se caracteriza por publicar únicamente estudios de trascendencia internacional y, en este caso particular, resalta los alepates como una plaga en resurgimiento.

“Nos dimos cuenta de la reaparición de las chinches de cama en Costa Rica gracias a un primer reporte que recibí en el 2017. Una familia que vivía en un apartamento ubicado en la provincia de Heredia informó sobre el problema. Por un interés personal me presenté, recolecté algunos insectos y luego me di cuenta que, por la morfología de los animales, se podría tratar de C. lectularius. Posteriormente, la Faculta de Microbiología realizó la confirmación definitiva a nivel molecular”, relató la bióloga, Laura Sánchez.

La revista Insect Biodiversity: Science and Society (2018), registra cerca de 110 especies distintas de cimícidos. De estas, solo dos afectan a los seres humanos: la C. lectularius y la C. hemipterus.

Las chinches de cama son insectos considerados como ectoparásitos; es decir, no viven adentro del hospedero y solo se ubican en la piel.

En este caso, lo hacen por tiempos cortos y únicamente para alimentarse de sangre. Pero su habilidad más destacada es la de supervivencia, misma que se acompaña de una rápida reproducción.

De acuerdo con Cambronero, tan solo una hembra es capaz de poner cerca de 50 huevos en un mes (hasta 540 huevos en el total de su tiempo de vida que es de dos años máximo).

En poco tiempo, sus crías también estarán poniendo sus propios huevos y, en tres meses, podría haber cientos de chinches. Unos 150 días después, la infestación en el hogar será difícil de controlar.

“La forma de reproducción de los alepates es muy particular, porque se da por inseminación traumática. Para depositar su esperma, el macho rompe y atraviesa la pared del abdomen de la hembra con su espina. Después de ese proceso, la hembra cura la herida y puede seguir poniendo huevos por un mes sin volver a copular. Entonces, con tan solo una chinche que ya haya copulado, es suficiente para iniciar una plaga”, mencionó Troyo.

Pero, ¿por qué reaparecieron?

La respuesta es simple y está fuertemente vinculada al elevado número de viajes internacionales, de modo que la principal causa de dispersión es consecuencia de los mismos seres humanos.

A finales del siglo XX, en el país se había reportado chinches de cama de la especie C. hemipterus.

Por lo tanto, la C. lectularius encontrada representa un nuevo caso que arribó al país, gracias a su enorme capacidad de movilizarse de un continente a otro a través de los muebles, las maletas y la ropa. La comunidad científica, incluso, los considera insectos cosmopolitas.