Minor Araya Salguero                                  Criminólogo – Exjefe OIJ


Lamentable, pero perfectamente esperable pues los que saben de policía, bien saben que cualquier cosa puede pasar, en cualquier momento, en cualquier lugar y por cualquier persona. Por esto y más, la policía no descansa y no cualquiera es policía.

Me refiero a los hechos que acontecen el 12 de abril, en el Barrio Nazareth de Liberia los que, como si fuera poco, se deben atender en medio del tumulto de trabajo que debido a la indeseable pandemia, actualmente sostiene bajo sus hombros el Ministerio de Seguridad Pública (MSP).

Un video que muestra parte de los acontecimientos es más que suficiente para afirmar, una vez más, que a pesar de la ya muy acusada ausencia de especial equipamiento y algún grado del más fino pero básico conocimiento, el valor y la determinación en la conducta policial siguen siendo dos de sus valiosos pilares.

Este caso, visualizado dentro del contexto de las tácticas policiales, podría acomodarse como un proceso de detención en espacio abierto, uno cuyo objetivo persigue la neutralización del que aparenta ser un sospechoso armado muy peligroso, violento y con cierto grado de perturbación mental. Una detención de alto riesgo policial.

 Algunas personas más instruidas en el arte de la policía, al estudiar algunos extremos de la escena, perfectamente pueden exclamar ¡Lástima que no utilizaron armas menos letales, como el Taser…! Claro, es indudable, la utilización de un arma policial de electrochoque hubiera sido una herramienta ideal; una distancia de contención, acoso y ataque de no menos de 3 metros (policía – sospechoso) siempre ha sido, es y será ventaja táctica de supervivencia.

Evidentemente, ese armamento ideal no se utiliza por no estar al alcance y disposición de los oficiales. No es, también, artefacto de bajo costo y rápida implementación; no obstante, un programa adecuado por estar bien enfocado en la sostenibilidad de la supervivencia policial es, desde mucho tiempo atrás, requerido con alta prioridad.

Ahora, como decía Don Miguel Cortés Valerio «al grano, como el mentiole»

¿Que tiene el sujeto en cada una de sus manos? En su mano izquierda lo que parece un arma punzocortante (cuchillo) y en la derecha, un arma contundente (una especie de martillo). ¿Está el sospechoso en capacidad de hacer daño a otro y en cualquier momento? Por supuesto que lo está; ambos objetos tienen capacidad letal en espacio reducido tanto como ampliado.

¿Es correcta o incorrecta la actuación policial? Desde mi perspectiva, es una actuación correcta, quizá oportuna, pero indudablemente apegada a Derecho; no obstante, una que coloca la integridad física de los agentes, en riesgo innecesario.

Si bien aplaudo la inclusión de un escudo que presumo, es de policarbonato translúcido, dentro de las tácticas y técnicas aplicadas, yo me pregunto ¿Qué hace uno de los agentes – en la línea de ataque – con lo que parece ser una especie de pala de largo mango en sus manos y no su arma de reglamento…? Creo que nada objetivo, razonable y menos aún, proporcionado con respecto al Fundamento de Superioridad.

Se resalta, abrumadoramente, la capacidad del agente que porta el arma larga (posiblemente un rifle de asalto); él tiene un dominio absoluto del área, de su objetivo y de los SF (se omite adrede). Me resulta exquisito determinar su desplazamiento a efecto de lograr una T (se omite adrede) a la amenaza. ¡Bien hecho!

Sobre el portador de escudo ¿Que puedo decir? Le falta técnica sobre la portación, avance y ataque con escudos pero el nivel de valor demostrado, simplemente palidece aquel defecto técnico.

Y no, no percibo abuso policial alguno; al contrario, el equipo de policías fue más allá de su deber. Arriesgaron sus vidas más allá de lo que la técnica y la táctica, lo proporcional y lo razonable obligan. Este equipo, indudablemente merece reconocimiento por su valor y disposición aplicados en el campo.

¿Logra este equipo de policías el alcance de los objetivos que pudieran haber trazado? Si bien no se alcanzan de la mejor forma, si se alcanzan y en un 100% todos los objetivos policiales. Me explico:

El agente debe guardar distancia de ataque con respecto a cualquier sospechoso cuyo nivel de amenaza persiste, esto es, mientras el sospechoso retenga en su humanidad arma alguna, el contacto corporal es imprudente por altamente riesgoso. Así, mediante la disuasión extraída de las Técnicas de Arresto sin hacer efectiva la violencia sobre el sospechoso, a este se inmoviliza (esposa) posterior a su desarme.

Violar el distanciamiento de ataque agente – sospechoso a efecto de remover por la fuerza las armas del segundo, es una moneda al aire. Debido a que la acción es más rápida que la reacción, una vez lanzado o proyectado un cuchillo hacia otro cuerpo – por citar un ejemplo – las capacidades defensivas del receptor disminuyen haciéndole altamente vulnerable.

¡Policía, suelte el arma! ¡Policía, suelte el arma! Orden Verbal que, se debe hacer obedecer a toda costa pero sobre todo, con conciencia de supervivencia propia y de equipo. Las órdenes verbales policiales existen y deben hacerse respetar.

Nuestro caso, el de Nazareth, puede servir como un claro ejemplo en donde, una moneda luego de ser lanzada con gran esperanza al aire, el que fuera su inestable e impredecible vuelo termina en una posición y condición final que a gran dicha, favorece al que debe, al justo y valiente, mas no al arrodillado «negro».

Se logra el alcance de los objetivos con un 100% de éxito; se neutraliza la amenaza a través de la violencia y fuerza controlada sin pérdidas directas o bien, colaterales. Los agentes de Fuerza Pública, una vez más, demuestran su alto nivel de valentía y determinación al cumplir con su deber.

Este comentario es dedicado, con mucho aprecio y respeto, a nuestros compañeros de Interpol del OIJ. Mujeres y hombres igualmente valientes y valiosos que luchan a diario contra el hampa de cualquier nacionalidad.