Redacción– En el marco de la pandemia que enfrentamos, tenemos que concentrar nuestras energías en que los bebés y los niños sean amamantados para que reciban con el calostro y la leche madura los elementos que los protegen contra el Covid-19 y puedan enfrentar esta enfermedad mejor armados.

La Doctora Ingrid Broitman, profesional en Nutrición y Consejera en Lactancia Materna señala que el Covid-19 nos asusta a todos, incluyendo a los nuevos padres y a los profesionales de la salud que los atienden.

«A lo largo de la pandemia nos hemos dado cuenta que lo ideal, es que la lactancia se establezca lo antes posible y se eviten al máximo las separaciones entre bebé y su mama», dijo.


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La vocera de Colegio de Profesionales en Nutrición destaca que la leche humana posee todos los nutrientes en concentraciones perfectas y del tamaño perfecto para la digestión, además, viene acompañada de hormonas, factores de crecimiento, probióticos, prebióticos y anticuerpos que ayudan al bebé y al niño pequeño a enfrentar el mundo que lo rodea, madurar sus órganos y colonizar de bacterias buenas su sistema digestivo para una salud a largo plazo.

“Por lo tanto, una madre infectada con Covid-19 debe ser contenida y recibir apoyo adicional para continuar con la lactancia utilizando los protocolos de higiene (uso de mascarilla de forma correcta, lavado frecuente de manos y limpieza de superficies). Se debe favorecer el contacto piel a piel con su bebé y la lactancia a libre demanda”, añadió la Doctora Broitman.

Este año el lema con el que celebramos la Semana Mundial de Lactancia Materna tiene que ver con un planeta saludable.

“Amamantar es una solución sostenible para el planeta y la nutrición perfecta de nuestra especie. Es amigable con el ambiente, genera salud para el lactante, su madre y además es gratis.  Indirectamente también beneficia a los demás miembros de esa familia, pues cuenta con más recursos para ser aprovechados en la compra de alimentos para todos, señala profesional en Nutrición.

Advierte la Doctora Broitman que utilizar sucedáneos de leche materna (fórmulas infantiles) contamina de forma considerable nuestro planeta en todos sus aspectos.  La elaboración de leches altamente industrializadas y súper procesadas requieren de una cadena de producción que genera emisiones de carbono, contaminantes sólidos, utilización de combustibles fósiles, genera deforestación de bosques y requiere de mucha agua dulce para sus procesos, un recurso cada vez más escaso.

Sin analizarlo mucho, sólo imagine cuántas latas con el papel que las envuelve y las tapas plásticas que las cubren están en los vertederos, ríos y océanos de nuestro planeta.

En contraste, “la leche materna está disponible para el lactante, en el momento apropiado y a la temperatura perfecta. Lo que se necesita para producirla es una mamá dispuesta y que cuente con apoyo de su entorno.  Esta madre requiere de alimentos saludables antes, durante y después del parto, con un impacto mayor para la salud y menor para el ambiente”.

La lactancia no siempre es fácil para las mujeres y por diversas circunstancias un porcentaje de ellas no podrán lograrlo lo que debe impulsarnos para elaborar políticas públicas más puntuales enfocadas en reducir este porcentaje y lograr al menos, la lactancia exclusiva hasta los seis meses en el 50% de nuestros chiquitos.

La especialista y consejera en lactancia materna considera que algunas de estas políticas deberían proteger al público de la publicidad engañosa con la que la industria de los alimentos infantiles bombardea a la población haciéndola creer que los niños deben consumir sus productos desde que nacen y por el resto de su infancia con leches de seguimiento que ya suman hasta 5 pasos o etapas.

Estas leches de seguimiento altamente azucaradas, deben sustituirse por alimentos saludables, frescos y variados producto de nuestra tierra fértil y en preparaciones deliciosas y autóctonas como lo sabemos hacer buen bien los ticos.

Niños sanos como enfermos, a término como prematuros, de buen peso o bajo peso, deben ser alimentados idealmente con leche materna de su madre, desde la primera hora de vida si es posible, hasta los seis meses de forma exclusiva y junto con alimentos saludables y variables por al menos dos años o más. Si impulsamos esta práctica tendríamos niños más sanos, con menos incidencia de enfermedades crónicas y además niños más inteligentes en un planeta más limpio, indicó la vocera del Colegio de Profesionales en Nutrición.