• La muerte sorprendió al afamado cantante de tangos cuando se dirigía a nuestro país para presentarse
Por Jackson Chinchilla Araya, editor de Digitus CR

 

En 1935 los medios informan el suceso del año: Carlos Gardel, la voz del tango e invitado de honor en la final del mundial Uruguay 1930, muere carbonizado en Colombia.

El hijo predilecto de las costas bonaerenses es cremado vivo en un accidente aéreo.

Una madre abrazada a otro de sus hijos presenció con horror el siniestro, incluso cuando los múltiples restos fueron sacados del aparato en percance con gestos de dolencia y espeluznante pena.

Estaba entre ellos el oscurecido semblante del extinto pampero más querido del cono sur junto con 18 malogrados tripulantes, incluyendo al dueño de la compañía.

Según varios titulares, el cantante tenía en su itinerario venir a dar recitales a Costa Rica.

En 2001, tras la negativa albiceleste de presentarse a la Copa América en Colombia por razones de seguridad, los anfitriones del círculo deportivo cafetero sólo tenían una máxima: “Pibes llorones, el único  argentino muerto en Colombia fue Gardel y se llenó de gloria”…

Carlos Gardel frente al retrato de la mujer que más prosas dedicó, su amada madre.
Marie Berthe Gardés confiesa en 1941 ante la memoria de su hijo: “Una vez por semana voy al cine y al cementerio, cuando estoy en casa escucho por radio sus canciones, la gente lo adora y él sigue vivo cuando dan en el teatro sus películas los niños lo aplauden cuando lo ven aparecer, nunca faltan flores en su tumba” (…) “El día que muera quiero que me entierren con mi hijo”. En 1943 se cumple su anhelo.

Sin duda, Gardel dejó un camino que el tiempo no borra y cada día canta mejor.

Jackson Chinchilla Araya es periodista e historiador deportivo