• Humberto Zúñiga está decidido a defender el legado de su abuelo, su padre y sus tíos

Por Sofía Bonilla 

En los últimos años, Desamparados ha experimentado un cambio sociocultural: pasó de ser una zona de cafetales y lotes a una mucho más comercial. A pesar de su evolución, debajo de unas gradas el tiempo parece detenerse.

Al lado de la oficina de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, en el centro del cantón, se encuentra el taller de reparación de calzado de Humberto Zúñiga Jirón. Allí se encuentra un ícono de Desamparados al servicio de sus vecinos desde hace varios años.

Su relación con el calzado se remonta a muy temprana edad. Todos sus conocimientos son de herencia familiar. Su padre, Antonio Zúñiga, así como sus tíos, tenían su taller a la par del famoso bar La Muralla, a la vuelta de su locación actual.

Vecino de Calle Fallas, Zúñiga ha vivido toda su vida en Desamparados. Con una gran experiencia a sus espaldas y una sonrisa amable, empezó a relatar su vida como uno de los últimos zapateros del cantón.

Aquí voy a cumplir 20 años; allá a la vuelta estuve 35 años. Siempre he estado en reparación, pero antes se hacía calzado nuevo. Antes el zapato era hecho a mano por zapateros ahí en San José”, dice.

¿Cuándo aprendió este oficio?

– Mi papá me traía de güililla cuando estaba en el kínder y bueno, al principio lo que hacía era jugar con los pedacillos de suela y las cosillas, pero ya después, cuando estaba en la escuela, me ponía a desarmar y demás. Antes pasaba eso: que las familias continuaban los oficios.

¿Les ha enseñado a sus hijos?

– Si, pero están estudiando ellos. Mi hijo más jovencito si me venía a ayudar, pero ahora está trabajando y estudiando a la vez, entonces le queda más difícil. Mi hija está estudiando en el colegio.

Peligro de extinción

Viendo que la juventud no opta por estas profesiones, (la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos estima que para el 2024, un 20% de los zapateros y reparadores de calzado van a desaparecer) , ¿teme que el oficio pueda desaparecer?

– Como vemos la cosa, si ha venido bajando y también que la gente no quiere aprender porque como ahora todo el mundo se dedica a estudiar. Entonces los oficios han venido desapareciendo; también por el sistema de trabajo que todo es hecho de fábrica y hecho por máquina.

Antes las cosas eran hechas a mano y eran de mejor calidad; eran tan buenos que los reparaba y seguían usándolos.

¿Cómo ha visto la evolución del gremio en los últimos años?

– Cuando llego a comprar material a San José, llega un grupo; casi siempre los mismos. Nos ponemos a hablar de la misma situación, que se ha puesto muy difícil; ha bajado mucho… en todo sentido.

Los zapateros viejos han ido muriendo y hay pocos que quieren aprender. Ahora los que ha invadido el mercado son los zapateros nicaragüenses. Y diay, ahí apenas vamos sobreviviendo porque se ha puesto muy difícil. También hay mucho zapato desechable; la gente agarra y bota el calzado. Da pereza hasta traerlo a un sitio de reparo.

¿Los materiales han variado con el paso de los años?

-En ese tiempo el calzado era de puro cuero de vaca, era una cosa natural. Ahora lo están curtiendo con un químico que se llama soda cáustica. Eso lo quema; en 72 horas ya esta listo el cuero y ya está procesado.

Ahora el cuero es blanco y es de más baja calidad porque vieras, como lleva ese químico, cuando se moja, se suaviza… Ahora, invadidos con el mercado chino, la zapatería ha bajado mucho.

¿Los precios se han visto afectados?

– Bueno, ahora hay zapato muy barato y es por eso que no se puede competir con el calzado chino: por los precios.  Un día de estos vino una señora y me dice: “me costaron ¢5000”, como diciendo “tiene que bajarse de ese precio porque sino entonces no los arregla”.

Entonces tiene que acomodarse uno porque si no, no tiene nada por hacer también; vieras qué problema. Hay gente que dice: no, mejor me los compro nuevos. Hay gente que hace la comparación y dice: “no, mejor estreno” y vuelve a comprar lo mismo.

¿Cómo es su clientela?

-Es variada; hay de todo. Aquí talvez se trabaja más el femenino. El zapato de hombre yo lo reparo y de todo, pero ahora es mas durillo que vengan por el calzado. Pero los de chiquito y las mujeres si sale más rápido. Lo que si me ha perjudicado es que mucha gente trae zapato y no se lo llevan; lo van dejando y dejando.

Pulseador

¿Eso ha afectado sus jornadas laborales?

Estos días atrás había estado muy flojillo, pero por lo menos había trabajito para ir saliendo día a día. A veces pasa uno talladito. Hoy cayeron estos cinco pares; entonces yo creo que voy saliendo bien.

Yo estoy aquí desde las 8 de la mañana. Cuando tengo que ir a San José, abro un poquitito más tarde: 9:30 o 10 de la mañana; pero a veces me dan las 7 de la noche aquí.

¿A sus 62 años piensa pensionarse pronto?

– Ojalá, esa es la fe. Llevarme las herramientas y tenerlas ahí. Hay cosas que tienen 80, 90 años. Eran de mi abuelo y de algunos tíos míos. Son cosas que están pasando a la historia porque ya no se usan mucho.

Y finalmente, ¿usted cree que se valora la profesión de zapatero?

-Las personas de ahora tal vez no le toman el valor que tiene el oficio. Son cosas hechas a mano. Las máquinas vinieron a sustituir mucho la mano de obra, que es cara.

*Esta nota es parte del convenio con Digitus CR, el laboratorio de innovación y producción de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Federada San Judas Tadeo.