Edmond Robinson Herrmann

Especialista en relaciones internacionales, graduado de la Universidad Pace en Nueva York y Gerente de Relaciones Públicas de Grupo TENLOT.

 

 


¿77 años de libertad? Memoria, dignidad y justicia


 

Hoy podemos celebrar la libertad que tenemos para escribir, para navegar en las aguas del tiempo, en donde sumergidos descubriremos que la historia está viva, que nos pertenece y que está ahí no solo para ser conocida, sino para ser cuestionada.

Un año más rendimos tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto, reafirmando nuestro compromiso de luchar contra el antisemitismo, el racismo y cualquier forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra cualquier grupo de seres humanos.

El 27 de enero se conmemora 77 años de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, por las tropas soviéticas.

Según algunos datos y referencias, la cronología del Holocausto inicia un primero de septiembre de 1939, cuando las tropas alemanas invadieron Polonia, iniciando la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, ya se olía la catástrofe que se avecinaba. El 10 de mayo de 1933, se reunían cientos de personas con brazo en alto en la Plaza de la Ópera en Berlín, para quemar los libros que consideraban subversivos, toda una persecución sistemática de los escritores judíos, marxistas, pacifistas y otros autores opositores o simplemente desagradables al régimen.

El poeta Heinrich Heine había escrito años antes: «Donde se queman libros, al final también se acaba quemando gente»

¿Pero realmente fuimos libres? Mientras muchos sigan cuestionamiento la historia, más se alimenta el auge del antisemitismo y del horrible discurso de odio, una cotidianidad que siguen viviendo hoy en día muchos judíos y judías en todo el mundo. 

No solo fueron 6 millones de judíos, asesinados por el Régimen Nazi, muchas más vidas se perdieron: millones de eslavos, millones de soviéticos, millones de polacos, serbios, y un número no determinado de gitanos, discapacitados, Testigos de Jehová y homosexuales.

Estas cifras definitivamente no describen los horrores vividos, ni la persecución, el aislamiento en guetos, los fusilamientos como Babi Yar, el traslado de niños, ancianos, mujeres hacinadas en vagones hacia los campos de muerte, el cianuro con el que gasearon a los más débiles, la tortura, la inanición, el trabajo forzado en demasía y los miles de experimentos médicos que se hicieron. Todo esto, señores y señoras va más allá de la comprensión humana.

Sigamos recordando una vez más la Shoah (en hebreo significa tragedia), bajo el mandato que nos hemos impuesto los seres humanos de distintas nacionalidades, idiomas y costumbres, de recordar y jamás olvidar.

Procuremos que este año no solo nos recuperemos de la pandemia, sino que también podamos sanar nuestras sociedades rotas, en las que el odio y falta de tolerancia se ha arraigado tan fácilmente.

Este artículo lo dedico a  los que ya no tienen voz, a los que fueron aniquilados, va en nombre de los testigos que se están extinguiendo, por ellos y para los que seguimos preservando la historia y de esta forma no permitir el olvido, la negación y banalización de un hecho que aún nos sigue doliendo.