Redacción- Tener un perro o gato en una casa con un bebé puede resultar una decisión acertada, pero nunca debe ser fruto de una decisión apresurada.

Para plantearse la llegada de un animal a un hogar donde hay un bebé es importante para establecer unos primeros cimientos sólidos para una convivencia satisfactoria.

En este sentido, conviene tener en cuenta pautas, como las que plantea Mónica Fajardo, educadora canina de Ethogroup, entre ellas:

Dar la bienvenida al nuevo miembro de la familia, teniendo en cuenta que el animal se puede sentir descolocado y necesita su tiempo de adaptación. Es recomendable que la llegada a casa se haga en un entorno tranquilo y acogedor; sin ruido o barullo y donde el perro o el gato tenga acceso a algún rincón donde refugiarse si se siente abrumado.

Dedicar tiempo al animal para conseguir que se adapte bien cuando llega a casa es fundamental para que se sienta acompañado y protegido. El tiempo libre favorece que todos los miembros de la familia puedan participar en la nueva rutina con el animal. Se debe plantearse de que será un miembro más de la familia para siempre.

Reducir las visitas en casa durante los primeros días de estancia del perro o gato en casa para evitar un excesivo estrés que dificulte y frene la adaptación del animal a su nuevo hogar.

Paciencia para que el animal acepte al bebé como un miembro más de la familia, ya que no todos los animales lo consiguen con facilidad, debido a las peculiaridades de un niño de esa edad, como sus movimientos, olor o voz. En este sentido, es recomendable que cuando los adultos están con el bebé, se preste atención también al perro o gato y cuando el niño no está en casa o está durmiendo, se reduzca la atención o el contacto con el animal para que interiorice que la interacción más satisfactoria ocurre cuando el niño está cerca.

Enseñar al bebé a relacionarse con el animal de forma respetuosa y adecuada implica transmitirle que debe acariciarle con suavidad y evitar tocarle en zonas que le puedan molestar, como las orejas, las patas o la cola. En el caso de los gatos, hay que aceptar que tengan la libertad de decidir en qué momento y con quién, desean establecer contacto.

Supervisar siempre la interacción entre el niño y el animal para evitar imprevistos. Lo ideal, es conseguir con el tiempo interacciones cortas y agradables para crear un vínculo que resulte beneficioso y satisfactorio para ambos.

Conseguir el consenso familiar sobre la rutina de convivencia con el animal sobre cuestiones como si puede subir al sofá o cuántas veces saldrá a la calle es clave para que la aclimatación a la vida en casa con el niño sea rápida.

Lograr una correcta relación emocional que se base en experiencias positivas. Para ello, resulta recomendable reforzar los comportamientos que deseamos en nuestro perro o gato con felicitaciones verbales y en caso contrario, evitar el castigo y enseñarle a hacerlo bien. De esta forma, se fortalece el vínculo con la familia y se genera un ambiente en casa seguro y tranquilo.

Mantener una perspectiva realista sobre la incorporación del nuevo miembro peludo a la dinámica familiar, ya que conciliar la situación con el cuidado de un bebé, puede resultar agotador y estresante al principio. Pero, una vez que se consigue la adaptación, el hecho de que el pequeño crezca con un animal le aportará beneficios, como el desarrollo de la empatía y la responsabilidad, además de la oportunidad de experimentar un profundo vínculo de amistad. Fuente El Pais.