Redacción – La entrada a clases es la excusa perfecta para prestar atención a la salud visual de sus
hijos, especialmente si son menores de ocho años, pues estos primeros años de vida son vitales para el adecuado desarrollo de la vista.
Los especialistas recomiendan que la primera visita al oftalmólogo, para un examen completo, sea a los seis meses de edad. Posteriormente, lo ideal es hacerse otra revisión a los 2 o 3 años y cuando el menor empieza la escuela. A partir de ese momento, toda persona debe someterse a esta prueba, al menos, una vez al año.
“Hay enfermedades en los ojos que deben diagnosticarse de manera temprana, como las cataratas congénitas, el estrabismo o caída de párpado, pues afectan el adecuado desarrollo de la visión. Si estos problemas no se corrigen a tiempo, se genera el “ojo perezoso” y puede limitar la visión del paciente por el resto de su vida”, comentó Claudio Orlich, director y oftalmólogo de Clínica 20/20.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo existen alrededor de 19 millones de niños con discapacidad visual, de los cuales 12 millones presentan errores de refracción, como miopía (dificultad para ver de lejos), hipermetropía (falta de claridad para ver de cerca) y astigmatismo (sensación de visión borrosa), que son fáciles de diagnosticar y corregir.
¿En qué consiste un examen completo de la vista?
Un examen ocular completo consta de una serie de pruebas que permiten valorar la visión y advierten la posible presencia de enfermedades oculares.
Estos miden la agudeza visual -o capacidad de diferenciar objetos- de la persona, permiten detectar si hay algún problema de refracción e identificar la graduación ideal para los anteojos de cada paciente, en caso de ser necesario su uso.
En el caso de los menores, por ejemplo, estas pruebas permiten detectar si padecen de astigmatismo, miopía e hipermetropía, que son los problemas visuales más comunes en esta población.