Minor Araya Salguero
Criminólogo – Exjefe OIJ – Especialista SWAT
Gerardo Bastos Pérez. Poco o nada se puede decir, antes de exclamar ¡Lamentamos profundamente su inesperada partida, Dios con usted Gerardo!
Este agente judicial pierde su vida el pasado lunes 26 de abril, mientras él y sus compañeros de trabajo (Sección de Inspecciones Oculares y Recolección de Indicios (SIORI), en la zona de Escazú, buscaban a una persona desaparecida. Según parece, él cae al cause del río Tiribí; no obstante, durante esa operación policial, nadie se entera de tan terrible hecho.
«Después de dos horas de estar rastreando el lugar, sobrevino el accidente; no obstante, ninguno de los compañeros pudo decir cómo ocurrió, puesto que nadie vio nada, aseguró Espinoza.» (La Nación)
En principio, las informaciones hacen ver a Gerardo como otra persona desaparecida, nadie sabe qué pasó con él hasta 48 horas después; su cuerpo es localizado por los servicios de emergencia y búsqueda, en la margen del río, cerca del plantel municipal de Pavas.
«Por razones que no están claras, cayó en un profundo hueco que lo llevó a más de cien metros en caída libre, hasta el cause del río Tiribí, lamentablemente falleció.» (NC11)
«Por razones que no están claras» es a esto a lo que me refiero; una ausencia de claridad sobre los hechos acaecidos.
¿Qué aspectos facilitaron el incidente? ¿Por qué «desaparece» el compañero Bastos y sus cinco compañeros judiciales, no se enteran de su ausencia? ¿Qué fue lo que no funcionó, dentro del procedimiento estándar de «rastreo» del OIJ? Procedimiento que por supuesto, espero que lo tengan; es decir, que exista un proceso técnico basado, al menos en parte, en el Patrullaje Policial Rural y Urbano.
Aspectos, entre otros más, que definitivamente deben ser aclarados – no para mi tranquilidad – por el bienestar común de la comunidad judicial.
En 2002, otra desgracia toca las puertas del OIJ. Una banda de asaltantes logra dar muerte, durante una persecución en zona montañosa, a un compañero, un amigo que muere producto de heridas por proyectiles de arma de fuego.
Resulta – al igual que el caso de Gerardo – muy claro, nuestro agente judicial muere en el cumplimiento del deber, con valentía y respeto por sí mismo, su institución y su país pero ¿Qué hace o produce, esa inclinación hacia tan indeseable desenlace…?
Para aquel tiempo, el equipo de tácticas especiales del OIJ (SPII) fue llamado a la zona de Guapiles para colaborar con la localización y detención de los criminales responsables. ¿Cómo pasó lo que pasó…? Es lo que yo, como responsable de cierta fracción de la operación, preguntaba a más de uno. Las respuestas que recibía, a decir verdad, no me convencían.
Hasta que, en medio de aquella zona (una bella mezcla de montañas y potreros) tuve la oportunidad de preguntar a una persona que estuvo ahí y él, con llanto en los ojos, si que me dijo lo que yo sospechaba: Si de algo no eran ayunos aquellos policías que se atrevieron a rastrear a los peligrosos maleantes en zona boscosa, era de valor.
La valentía en los investigadores judiciales cuando entra en combinación con ese imparable deseo de cumplir con el deber, a veces puede conducirlos a experimentar eventos y efectos para los cuales, por desgracia, nunca habían sido equipados, menos aún, entrenados.
Gómez – como le decían – era un guerrero, él, pocos días antes de enfrentarse a aquella familia de malhechores, trabajó codo con codo con nosotros, el SPII, demostrando un altísimo nivel de coraje y capacidad durante la más importante y exitosa operación policial del momento, La captura de El Indio.
Imagínense, cuando luego de trabajar con él en tan peligrosa misión, una aplaudida desde lo más alto de nuestra institución, nos enteramos que muere y lo hace peleando contra varios criminales que, le emboscan y matan en ambiente rural.
Lo más triste era recordar cuando él, mientras viajábamos hacia la localidad de Cariari, me preguntaba sobre algunos aspectos de Operaciones Policiales Rurales; un conocimiento técnico indispensable para el buen desempeño en zona boscosa. Gómez quería saber más de lo que el creía, era muy importante para su ya de por sí, delicada función.
Pero la vida, esta vida que a veces nos toca, también, a veces nos juega no como queremos y esperamos. A mi amigo no le fue suficiente contar con semejante grado de valentía. Un policía con mayor probabilidad de sobrevivir un enfrentamiento similar, requiere no sólo de coraje, necesita del equipamiento, del apoyo y, sobre todo, del conocimiento técnico ideal, objetivamente necesario.
Si usted, respetable lector, hubiera visto esa mirada del agente Gómez, cuando de urgente por frecuencia se me decía «Sierra Uno, positivo con la identificación del objetivo, repito, positivo con la identificación, se requiere clave dos, su apoyo en el sitio…». Se trataba de un temible prófugo, armado y con amigos…
«Le entramos ¿nos ayuda?» – le dije a Gomez. «Sí señor, ¿pongo la sirena?» – exaltado y motivado, inmediatamente contestó.
«Póngala y aprete…» – le dije, a la vez que calculaba su comportamiento ante la hermosa emergencia. Su mirada era fiera, firme tal cual lo era su rápida conducción en aquel pick up. «No vamos solos…» eso me dije a mí mismo y no me equivoqué; ese pelirrojo compañero, era un verdadero investigador judicial, capaz y valiente, de pies a cabeza.
¿Cómo, a aquél que estábamos recién admirando por su valentía y capacidad, sobrevive a aquel peligroso operativo de captura relámpago para morir, pocos días después en otro? ¡Qué injusto, por Dios!
Sí, amiga lectora, la policía debe aprender incluso de sus tragedias. Sólo así, existe un esfuerzo objetivo, lógico e indiscutible, por perseguir una mejora constante de los procesos, uno que logre visualizar el riesgo y lo ataque preventivamente. Esto es parte fundamental, de una verdadera profesionalización policial.
Si en este caso que hoy nos ocupa, el error es inexistente, bienvenido sea; no obstante, de haberlo, este debe ser objeto de análisis exhaustivo no para señalar culpables y «abrir procesos acusatorios», se debe hacer a efecto de aprender y corregir para con esto, estar o seguir en esa deseada corriente de mejora operativa continua.
A la familia, a los compañeros de Gerardo: Muy orgullosos deben estar por haber conocido y compartido con una gran persona, un buen funcionario público, un buen policía judicial.
A Rafael Gómez, no te olvidamos hermano y ya habrá tiempo para contar más de vos, algo centrado en vos, un investigador judicial muy valiente y capaz, como mencioné, de pies a cabeza.