Nunca pensaron que las difíciles y similares circunstancias por las que tuvieron que pasar los unirían años después.
Corría el año de 1976, Sunny Jacobs tenía 28 años y se dirigía desde Florida a Carolina del Norte, en EE.UU.
Iba en la parte de atrás de un auto con sus dos hijos: Eric, de 9 años y Christina, de 10 meses. Adelante iba su pareja, Jesse Tafero, y un amigo de éste, Walter Rhodes.
Jacobs se quedó dormida y se despertó sobresaltada con un golpe en la ventana.
«Se inició un tiroteo y yo traté de proteger a los niños», le dijo la mujer a la BBC.
Tras lo ocurrido, todos fueron detenidos. Jacobs perdió la custodia de sus hijos. En el incidente, en el que estuvo involucrada la policía, dos funcionarios murieron.
A cambio de una sentencia de cadena perpetua, Rhodes negoció con los fiscales que llevaban el caso: afirmó que quienes habían disparado fueron Tafero y Jacobs. Ellos, sin embargo, insistían en que eran inocentes.
Ambos fueron condenados a la pena de muerte. Jacobs pasó cinco años aislada en una celda esperando el momento de su ejecución.
Su sentencia fue conmutada por cadena perpetua, pero no la de Tafero. Murió de una manera terrible. Al parecer, la silla eléctrica tuvo un problema y tardó más de 13 minutos en morir. Se dijo que llamas salieron de su cabeza.
Tras la ejecución, Rhodes confesó que fue él quien disparó.
Jacobs salió de prisión en 1992, tenía entonces 45 años. Pasó 17 años en la cárcel. Poco después de dedicó a hacer campañas en contra de la pena de muerte.
Uno de los eventos en los que participó para contar su historia, la llevó a Irlanda. Y fue allí que conoció a Peter Pringle…
Condena errónea
El hombre, que en la actualidad tiene 78 años, también había estado en prisión: 15 años, acusado por el asesinato de dos miembros de la policía irlandesa, la Garda Síochána.
El incidente ocurrió en 1980.
«En un condado aledaño al mío, se produjo un robo. La policía se enfrentó a los ladrones, y éstos mataron a dos funcionarios. Fui incriminado por lo ocurrido», le cuenta Pringle a la BBC.
Ese mismo año, el hombre, que entonces tenía 41 años, fue condenado a la pena de muerte.
Semanas antes de la ejecución, se le informó que la pena había sido conmutada: en vez de morir, pasaría 40 años en prisión.
El hombre afirmaba que no había estado involucrado en el incidente, así que decidió estudiar derecho para probar su inocencia.
Lo logró y fue liberado.
Jacobs regresó a EE.UU. después del evento en el que conoció a Pringle. Pero ambos siguieron en contacto, se escribían y hablaban por teléfono.
«Eran conversaciones espirituales y muy especiales. Hablábamos acerca del perdón y acerca del proceso de recuperación», le dijo Jacobs hace varios años al periódico británico The Guardian.
Se enamoraron y se casaron en Nueva York en 2011.
«Nos entendemos muy bien, no tenemos que explicar nada. Sabemos de dónde venimos porque pasamos por los mismo, nos ayudamos», le explica Pringle a la BBC.
Y añade: «La reacción natural después de la experiencia que vivimos es de rabia y amargura, pero quedarse con esos sentimientos, no es natural. Somos sobrevivientes».
Ahora viven en Irlanda, cerca del mar, y se dedican a ayudar a personas que, como ellos, fueron condenadas por crímenes que no cometieron.