Cada día que pasa en Costa Rica resulta más peligroso para la población que más debemos proteger, aquella a la cual debemos garantizarle un presente digno para un futuro prometedor -y cada vez más lejano-: la niñez.
Últimamente, los niños costarricenses están cada vez más en riesgo al ser víctimas de casos de violencia, en donde el narco, el sicariato y el crimen organizado hacen de las suyas. Niños que, aunque no sean involucrados directamente, son de las más víctimas que más quedan indefensas ante la ola de inseguridad ciudadana que indiscutiblemente vive Costa Rica.
Es mentiroso aquel que diga que Costa Rica cuida de su niñez. Que Costa Rica protege a aquellos indefensos, aquellos que son el futuro de este deteriorado país. La única oportunidad para que nuestro país sea mejor en el futuro, la estamos arruinando, e incluso, matando.
El caso más reciente ocurrió este lunes, cuando en una de las muchas balaceras que ocurren en el territorio nacional, a vista y paciencia de la administración de la justicia, cuando un niño de tan solo 5 años, que estaba en su escuela, recibió un impacto de bala y sufrió una grave lesión en su cadera, por un ajuste de cuentas contra un libanés en Escazú.
¿Hasta cuándo nuestros niños seguirán siendo víctimas y testigos de actos de violencia que ensangrientan aquel color de paz que predicamos?
Las noticias en donde menores de edad se ven involucrados en casos de violencia cada vez son más frecuentes. Cada vez vemos más agresión, inocentemente, para aquellos a quienes debemos cuidar, proteger, formar.
Uno de los casos que más dolor ha generado en nuestro país recientemente fue una balacera en Limón en octubre del año anterior, cuando dos niños disfrutaban con su familia en una playa y a causa de un tiroteo, provocado por enfrentamientos narco, murieron.
¿Hasta cuándo nuestros niños podrán disfrutar libremente y sin ningún peligro de una playa o un parque? ¿Por qué tienen que pagar por lo que hacen adultos irresponsables?
Otro caso que generó conmoción fue cuando un hombre de apellidos Campos Mendoza decapitó y cortó los genitales a un niño de tan solo 8 años de edad en Guácimo de Limón. Un niñito inocente fue mutilado por un hombre corrompido por la violencia de este país.
¿Hasta cuándo nuestros niños dejarán de ser víctimas inocentes de una enferma sociedad?
Esos casos son solo los que más resaltan del año anterior. Este 2017 ha sido terrorífico para la sociedad costarricense, en especial, su niñez.
En febrero, un menor de 17 años fue herido tras una balacera que protagonizaron dos bandas en el sector de Cartago. El joven ingresó al hospital con al menos una herida de arma de fuego en la pierna derecha.
Otro menor resultó herido de bala en la cabeza en Alajuela el 13 de marzo anterior. Precisamente en Fraijanes de Alajuela, el menor de 14 años se encontraba junto a otros tres jóvenes en un sitio bastante boscoso y oscuro como a eso de las 9:30 de la noche, cuando fue herido por razones que aún se desconocen.
En un ajuste de cuentas en el sector de Zapote el 7 de marzo, una niña de tan solo año y medio resultó herida tras un intercambio de disparos. Según la versión de algunos testigos, el hombre asesinado iba caminando con la menor en brazos, cuando fue atacado por al menos dos hombres.
Una niñita de brazos fue víctima del sicariato, sin ninguna culpa, sin saber lo que sucedía.
¿Hasta cuándo nuestros niños seguirán quedando desprotegidos ante el narco, el crimen organizado, ante la irresponsabilidad social de este país?
Es increíble ver cómo las mismas autoridades de justicia de este país hacen vehementes llamados a la ciudadanía para que los niños dejen de pagar por los malos actos de los adultos y aún así, hacemos caso omiso. Solo este lunes, cuando ocurrió la balacera en Escazú, el director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Wálter Espinoza, dijo que el país debe unirse para frenar la situación de violencia.
«Costa Rica requiere vivir en una situación de paz. Nuestros hijos merecen un sitio mejor», dijo.
Costa Rica está en riesgo, y no por lo que está sucediendo hoy, está en riesgo por lo que le está sucediendo a los ciudadanos del mañana, a aquellos que, por obligación, debemos proteger.
La culpa no es de las víctimas asesinadas por ajustes de cuentas o por las bandas narco. La culpa es de la sociedad costarricense que ignora los problemas sociales que nosotros mismos hemos provocado y que por ese imaginario social del ‘pura vida’ que tapa nuestra realidad, somos incapaces de controlar esa ola de violencia que afecta, cada vez más, a una población indefensa que solo busca amor, cariño y esperanza.
¿Cuándo les podremos dar eso?
COLABORÓ EL PERIODISTA JOSÉ DAVID ARCE.