Por Fabián Meza

Periodista


¿Cuál podría ser la gran conclusión de un sondeo acerca de la intención de voto, a teléfonos celulares, seis meses antes del día del sufragio? Pues, lo que quedó en evidencia en la última encuesta que reveló el Centro de Investigación de Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR): la inmensa mayoría de los costarricenses no están pensando en política.

Esa es la única idea relevante que podemos sacar. ¿Quién será el próximo Presidente de la República? ¿Si habrá segunda ronda o no? ¿Si volverá el bipartidismo? ¿O si se avecina una sorpresa en el electorado? Imposible, si quiera, intuirlo.

El método de la encuesta, su validez y ese tipo de conjeturas técnicas no es menester analizar, en estas líneas. Existen otros elementos para iniciar un debate serio con los resultados de las preguntas hechas a los 1.018 ciudadanos que tiene esa muestra.

En la segunda quincena de julio, según este sondeo, 46% de las personas consultadas dicen que no van a votar. Este dato es preocupante, esperemos que conforme caliente, bueno, inicie la campaña se reduzca el margen de gente que no piensa participar en el proceso político. Es vital para nuestra democracia, una de las más consolidadas de América, lograr participación, como una muestra de una ciudadanía activa y preocupada por los destinos de la patria.

Pero, del 54% que dicen que sí van a ir a votar, solo el 42% tiene definido un candidato. Entones, reina la incertidumbre: quienes no van a votar más los que no saben por quién votar suman el 68% de los que respondieron por celular las preguntas del Ciep.

Esto es algo completamente entendible, más allá del descontento ciudadano y el desinterés en la política debido a la corrupción, el en trabamiento, el costo de la vida y la falta de soluciones a los problemas nacionales. Insisto, no podemos dejar de un lado que el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) tiene previsto reconocer los gastos de campaña a los partidos políticos que participen en la contienda del 2018, hasta el mes de octubre, o sea, quien esté haciendo anuncios y gastando, activamente, en proselitismo, antes de esa fecha, lo hace porque, primero: tiene, de su bolsa, una cantidad bárbara de dinero para gastar en política; segundo: porque a sus financistas no les interesa que les reintegren nada; o, porque la estrategia les dicta, como obligación, que la única oportunidad para lograr sus objetivos es iniciar ante que todos y tratar de sacar ventaja.

Siendo así, las únicas vitrinas que han existido para que la ciudadanía se informe, conozca a los candidatos y vea las propuestas que tienen son dos debates privados (Uccaep y Cámara de Industrias), no transmitidos en televisión nacional, por lo cual la mayoría de los costarricenses ni se dieron cuenta, ergo, es lógico que exista poca decisión, en las personas que sí van a ir a votar, acerca del candidato de su preferencia.

Pero, siguiendo con los números que refleja el sondeo, tenemos, entonces, un 32% del total de los encuestados que dicen que ya tienen definido el voto. La única manera de explicar ese dato es pensar que se trata de los militantes de los partidos, quienes sí están inmiscuidos en la política partidaria, los que tienen intereses creados en el proceso electoral y, con base en ese porcentaje tan bajo, es imposible prever cuáles serán los candidatos que están más cerca de acomodarse la banda con el pabellón nacional el próximo 8 de mayo. Amén, de todas las situaciones y coyunturas que puedan presentarse antes del 4 de febrero e, incluso, el mismo día de las elecciones.

Es muy temprano. El panorama no está claro. La campaña no ha iniciado. La gente no está pensando en política.

Soltar las campanas al viento, anunciar un triunfo contundente, decir que un candidato es más grande que su partido, sacar del ring, incluso, a los que andan por el margen de error es, sumamente, populista, irresponsable y refleja, más bien, desesperación, al no encontrar, por ningún lado, nichos de votantes y sentir el ahogo de haber tocado techo.

La última elección debe de dejarnos grandes enseñanzas: hay partidos que no pueden jugarse el chance de ir a segunda ronda, hay otros que pueden asegurarse el triunfo en los últimos días, no hay rival débil, no hay seguridad en las encuestas –no porque exista manipulación, sino, porque es la radiografía de ese día- y, sobre todo, el panorama político está en proceso de cambio debido a las diferencias en la segmentación del electorado actual y los grupos etarios, sobre todo el de 18 a 35 años.

Siendo así, más que ¿por quién votará en las próximas elecciones? la gran pregunta de las encuestas será: ¿por quién nunca votaría este 4 de febrero?