Redacción – En Estados Unidos se celebran las elecciones presidenciales cada cuatro años, el martes después del primer lunes de noviembre, una tradición inquebrantable desde hace 171 años.
Las elecciones durante 1788 y 1845 fueron un caos, ya que cada estado elegía cuando y como celebraría las votaciones. Los votantes elegían a sus electores, las personas facultades para ejercer el voto directo por el presidente. Las mismas se celebraban el primer miércoles de diciembre.
La inoperancia de la época hizo que se aprobará en 1794 una ley para que las elecciones federales se realizarán durante los 34 días anterior al primer miércoles de diciembre, por lo que siempre se llevaron a cabo en noviembre. La poca comunicación dificultaba aún más las elecciones. La invención del telégrafo y la llegada del ferrocarril beneficiaron la política norteamericana y el Congreso tuvo que estandarizar una fecha.
En el siglo XIX, Estados aún era agrícola, los ciudadanos utilizaban mayormente carruajes y caballos, para votar, necesitaban llegar al municipio, este viaje normalmente duraba un día y otro para volver a sus casas. Esto complicaba aún más las cosas, ya que las elecciones no podían interferir con las festividades religiosas, es decir, viernes, sábados y domingos estaban reservados para la iglesia.
Viajar los jueves provocaría llegar tarde al templo los viernes, tampoco los lunes, ya que implicaba viajar un domingo. Las únicas opciones eran martes y miércoles. Lo que hizo más sencillo el descarte, los miércoles se dedicaban al comercio.
El único día que quedaba en la semana era el martes, y así fue. El Congreso decidió en 1845 que los martes, después del primer lunes de noviembre se celebrarían las elecciones generales de los Estados Unidos de América.