Fue en el año 1862, durante la Administración de José María Montealegre, que se encargó a Pedro Calderón habilitar por contrato una trocha o picada, con el fin de comunicar la ciudad de Cartago y las poblaciones de Térraba y Boruca hacia el Pacífico sur.
El sitio elegido para practicarla fue el Cerro Las Vueltas, al sureste de Santa María de Dota a unos 300 metros sobre el nivel del mar, y que hoy es parte de la Reserva Forestal de la Zona de Los Santos. Declarado como paraje de interés histórico por eso (N° 23243-C, Gaceta N° 96, 19 de mayo de 1994); dicho paso fue en buena medida el origen de la villa de Copey de Dota, último punto habitado de la zona antes de pasar al Valle del General cuando aún no existía la Carretera Interamericana.
Construida hacia 1928 con gran esfuerzo de los vecinos del lugar, la ermita era una edificación sencilla de fábrica, que como otras del área fue construida con estructura de madera y forro exterior de chapa metálica, con un trabajo interior artesanal en tablilla de madera que cubría los paños y también separaba sus tres naves con dos muy logradas arquerías en ese mismo material. Esas y otras características apuntaron a clasificarla dentro de esa arquitectura victoriana criolla, tan propia de nuestras áreas rurales.
En Copey de Dota, el santo patrono es San Rafael Arcángel, hecho de gran relevancia por una particular tradición. Según el textos bíblico, la hiel y el corazón del pez atrapado por Tobías sirvieron para que su padre recuperará la vista y el no muriera al tomar como esposa a Sara, quien había perdido 7 esposos por un demonio. Aquí, frente a la hermosa imagen del Arcángel y el joven Tobías a su lado, la tradición se resume en que quienes toquen la cola del pez gozarán de un buen matrimonio y quienes toquen su ojo mejoraran su vista.
Con información e imágenes tomadas del blog de Andrés Fernández.