Agencia (BBC Mundo). Finalmente, Donald Trump cumplió su amenaza y atacó Siria.
Una semana después del supuesto ataque con armas químicas contra la población civil de Douma, el presidente de Estados Unidos y sus aliados de Francia y Reino Unido, enviaron sus aviones y misiles contra tres objetivos militares del gobierno de Bashar al Asad.
Pero no es la primera vez que esto ocurre.
Hace un año, Trump ordenó otro ataque militar que involucró 58 misiles de crucero en respuesta a otro supuesto ataque con gas sarín contra civiles.
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Si bien el mandatario recibió aplausos por su disposición a emplear la fuerza militar, se esperaba que esa demostración de fuerza disuadiera de un nuevo uso de estas armas prohibidas en Siria.
Pero según el secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, a pesar del ataque de 2017, Siria continuó empleando armas químicas.
Assad, dijo Mattis, «no recibió el mensaje el año pasado».
Así que Trump, junto con la primera ministra británica Theresa May y el presidente francés Emmanuel Macron, lanzaron nuevos ataques militares coordinados contra supuestas infraestructuras de armas químicas de Siria, que incluyeron un centro de investigación, instalaciones de almacenamiento y puestos de comando.
Pero ¿qué puede pasar ahora?
¿Nuevos bombardeos?
Según los discursos de Trump, May y Macron, no puede haber más uso de armas químicas en la guerra civil en ese país del Medio Oriente, incluidas las bombas de barril de cloro que Siria ha usado habitualmente durante siete años.
Si bien los últimos bombardeos fueron descritos como un «ataques de una noche», Trump amenazó con tomar más medidas militares si el gobierno sirio usa armas químicas en el futuro.
«Estamos preparados para mantener esta respuesta hasta que el régimen sirio deje de usar agentes químicos prohibidos», aseveró Trump.
Pero las amenazas de Trump no quedaron ahí.
Tras el supuesto ataque químico de la pasada semana, el mandatario aseguró que no solo Siria, sino también Rusia e Irán «pagarían un precio» por violar nuevamente las normas internacionales.
Pero esto es otra historia.
¿Evitar un conflicto con Rusia?
Los misiles del viernes atacaron supuestos lugares de armas químicas de Siria, pero fueron diseñados específicamente para evitar daños a las fuerzas rusas e iraníes, lo que limita el riesgo de una confrontación no deseada o una posible escalada.
De hecho, Francia reconoció que Moscú fue notificada previo a los ataques.
Trump, en cambio, hizo un llamamiento a Moscú y Teherán para que reevalúen su apoyo a Al Asad y aseguró que los países son «juzgados por los amigos que conservan».
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Si bien Trump directamente criticó a Rusia por no garantizar la eliminación de las armas químicas de Siria, como lo prometió en 2013, sugirió de manera incongruente que aún se podía abrir una puerta para mejorar las relaciones.
«Con suerte, algún día nos llevaremos bien con Rusia y tal vez, incluso, con Irán, pero tal vez no», dijo.
Pero ¿es posible un diálogo entre estos países sobre la situación de Siria tras los ataques del sábado?
¿Límites a la guerra?
Hay pocas perspectivas de cooperación con respecto a Siria entre ambas partes, que continúan enfrentadas en una guerra allí y en bandos opuestos.
Tanto Rusia como Irán consideran a Siria, y al menos por ahora la supervivencia de Al Assad, como un interés vital.
Y también, es innegable que la posición del gobierno sirio se ha fortalecido considerablemente en el año transcurrido desde el primer ataque militar de Trump en 2017.
«No podemos purgar el mal del mundo o actuar en todas partes donde haya tiranía», dijo, y agregó: «El destino de esa región está en manos de su propia gente».
Trump se contentará con contar los bombardeos del viernes como una victoria y seguir adelante.
En efecto: ya lo hizo.
El sábado en la mañana escribió en Twitter: «Un ataque ejecutado a la perfección. Gracias a Francia y Reino Unido por la sabiduría y poderío de su ejército. No hemos podido haber tenido un mejor resultado. ¡Misión cumplida!»
Sin embargo, el éxito de la misión de anoche no depende de Trump, sino de la reacción de Siria, Rusia e Irán.
La última vez que un presidente estadounidense empleó esas palabras (George W. Bush, tras la guerra contra Saddam Hussein) fue una mala lectura del desafío que enfrentaba.
Pero Siria no es Iraq. La situación allí es mucho más complicada.