Redacción-Nicaragua no es la misma desde la masacre estudiantil. La brutal represión policial y parapolicial de abril y mayo llenó los teléfonos de los nicaragüenses con videos de muertos y heridos.
Las pruebas gráficas mostraron al país lo que la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) confirmó después: el Gobierno mandó a matar a manifestantes. Pero no todos los policías acataron esas órdenes.
La teniente María Teófila Arauz no disparó una sola vez. Pensó en sus dos hijas universitarias, en su niña que va al colegio, y hasta escribió en su estado de WhatsApp: “¡Que vivan los estudiantes!”
La teniente del Distrito I de Managua estuvo del lado de la Policía en los días más cruentos de la represión contra las protestas pacíficas en Managua. El 18 de abril en Camino de Oriente. El 20 entre el Estadio Nacional Dennis Martínez y la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). El 21 en la rotonda Cristo Rey.
Ella abandonó las filas de la Policía el 6 de mayo. Fue expulsada por su jefe, el comisionado mayor Vladimir Cerda, únicamente porque su estado de WhatsApp estaba con el pueblo y no con el presidente Daniel Ortega.
María Teófila habla sin miedo. Ya interpuso las denuncias de expulsión arbitraria y de amenazas contra ella y su familia en la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH). Ahora habla con LA PRENSA para que Nicaragua sepa cómo opera la institución que supuestamente vela por la seguridad de los ciudadanos.
También describe desde adentro a la parapolicía de Ortega, una fuerza ilegal conocida también como turbas sandinistas. Lo que ella cuenta lo secundan Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), y Félix Maradiaga, director del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp).
Las turbas sandinistas
La teniente Maria Teófila Arauz iba a ser ascendida a capitán el año próximo. Entró a la Policía en 1999. En esos años, cuenta, la institución era “más profesional” y menos partidaria. Pero ella no es liberal ni sandinista. “No tengo partido”, asegura.
Cuando entró a la Policía eran otros los jefes. “Tenían ética y profesionalismo”, dice la oficial Arauz. “Ahora estos jefes no son ni profesionales ni tienen ética ni tienen moral ni tienen nada. Solo porque son o fueron guardaespaldas del presidente. Ahí no es por los grados, como antes. Ahora es el más sapo. Ahora solo mirás tenientes, inspectores, subinspectores, pero nada saben”.
Los hechos que detonaron la ola de protestas masivas en Nicaragua ocurrieron en el centro comercial Camino de Oriente el pasado 18 de abril. Un grupo de jóvenes autoconvocados a través de las redes sociales se citó en la tarde en ese punto de Managua para reclamar pacíficamente por unas polémicas reformas a la seguridad social que el gobierno sandinista había impuesto a ciudadanos, empresarios y jubilados dos días atrás.
El país entero vio en televisión en vivo y en redes sociales cómo turbas sandinistas que vestían camisas del Gobierno agredieron de forma violenta a los protestantes en complicidad con oficiales de la Policía.
Ese día, de acuerdo con el testimonio de Arauz, el jefe del Distrito Uno, comisionado mayor Vladimir Cerda, se fue en moto con el subcomisionado Fidel Izaguirre para asomarse en Camino de Oriente. El grupo de agentes de ese distrito se preparaba para llegar, pero Cerda les dijo que mejor no lo hicieran, porque “los JS eran los que tenían el control”.
JS significa Juventud Sandinista, un grupo de jóvenes fans de Daniel Ortega, pero en este contexto, a quienes la teniente Arauz describe es a las turbas sandinistas o fuerzas de choque con licencia para atacar.
“Dejaron que la JS hiciera lo que ellos quisieran”, recuerda Arauz. “Aunque realmente, ese día… ¿Sabés qué es lo que hace el jefe (Cerda)? Solo le pone la camisa (sandinista) a cualquiera persona delincuente y ya dice que es la Juventud. Si vos te vas a preguntar a las paradas de buses a los ‘cinco y le marco’ (cobradores de servicio de tarjeta), ellos te dicen lo que pasó. A ese tipo de gente se la llevaron. Les dan reales y se van como babosos”.
En esos días Arauz afirma que reconoció entre las turbas a uno de los “cinco y le marco” de su barrio, el de la ruta 64, y a los días le preguntó qué había hecho.
“Me dijo: ‘Ah, es que ya no sabés, que andábamos apoyando. Nos mandaron. Me robé 800 dólares, un celular y apuñalé a varios’. Parece que le fue bien. El jefe nos paró a toditos y solo nos dijo: ‘¡Plomo! ¡Plomo!’ Esa es la clave para que los dejáramos hacer lo que sea y no los echáramos presos. Solo que dijera ‘plomo’. Como ellos son gente humilde y pobre, se dejan vender”.
Estas turbas son las que la CIDH llama “grupos parapoliciales”. De hecho, es la octava de las 15 recomendaciones que la CIDH hace al Estado de Nicaragua en su informe preliminar sobre los hechos de violencia de abril y mayo en el país, donde el organismo internacional llama a clausurar estas turbas:
“Punto 8. Desmantelar los grupos parapoliciales y adoptar medidas para impedir que sigan operando grupos de terceros armados que atacan y hostiguen a la población civil”.
En una entrevista para Revista Domingo, el rector de la Universidad Americana y expresidente del Consejo Nacional de Universidades, Ernesto Medina, revelaba información similar sobre estas fuerzas irregulares del Gobierno:
“En los barrios que me dicen que anda la gente del Gobierno reclutando a los pandilleros. Les dan una paga y les dan ese sentido de impunidad”, contó Medina.
“La Policía solo se debe al presidente”
Al despedirla del Distrito Uno de la Policía, el comisionado mayor Vladimir Cerda humilló a la teniente Arauz frente a una decena de jefes policiales.
El 6 de mayo, cuando Cerda entró a la delegación la llamaron a la oficina. “¿Usted tiene arma?”, le preguntaron. No tenía. Hacía un año y medio que no llevaba pistola del todo, porque su hija de seis años decía en la escuela que su mamá era mala porque tenía un arma. En la Policía, Arauz era teniente operativa. Trabajaba con la ciudadanía y era opción de ella andar o no andar arma. Ella les dijo que no. Entró a la oficina solo con su teléfono celular en uno de los bolsillos superiores del uniforme. “¿Estás grabando?”, le preguntó Cerda. No lo estaba haciendo. Entonces Cerda le comenzó a decir, según los recuerdos de Arauz:
“La Policía es sandinista. Todos anduvimos en la guerra, en la guerrilla; luchamos para que esta Policía fuera sandinista, y esta Policía solo se debe al presidente y a la vicepresidenta. Aquí los estudiantes no son nadie. Hasta esos estudiantes me balearon mi brazo. Yo estuve en la balacera. Ajá, y usted dice que vivan los estudiantes. ¿Usted qué piensa? Aquí la Policía es sandinista y siempre va a ser sandinista. No se debe al pueblo ni a los protestantes, aquí solo se debe a la compañera Rosario Murillo”.
Según Arauz, el comisionado mayor Cerda mencionaba mucho más a Rosario Murillo que a Daniel Ortega.
“Me dijo cosas horrorosas”, revela la oficial. “Me comenzó a insultar. A humillar. Me decía que yo no era nadie. Que no significaba nada. Que él había revisado todo lo que yo había puesto en mis redes sociales. Que ya sabía dónde vivía yo. Que ya sabía cuántos hijos tenía y todo lo que mi familia hacía”.
El “delito” de María Teófila Arauz fue poner en su estado de WhatsApp el video de la canción “Que vivan los estudiantes”, y comentar: “Los mejores videos y el que más me inspira es el del 19 de abril duela a quien le duela…”
“Yo solo estaba haciendo un comentario porque yo soy persona. Soy un ciudadano normal”, se defiende ella. “¿Y por qué no lo voy a hacer? Dos hijas mías son universitarias y tengo otra en primaria”. Fuente laprensa.com.ni