Agencia- Fayza Lamari fue una buena jugadora de balonmano de la Primera División de Francia. La devoción por un juego sacrificado hizo que se formara una idea severa de la práctica deportiva. En el entorno del Paris Saint-Germain señalan que su carácter áspero moldeó a su hijo, la nueva estrella de la selección francesa, Kylian Mbappé.
A Fayza, que cree que la base de los deportes de equipo son la disciplina y la solidaridad, le espantó la forma en que Neymar conducía su vida y trataba a su hijo en el vestuario. En el club parisino aseguran que la familia del jugador percibió desde septiembre de 2017 que tras las bromas que le dedicaban Neymar y Alves había una forma de menosprecio. Se reían de sus facciones. Advertían que les recordaba a Donatello, el mutante de las Tortugas Ninja. Le insistían en que una cosa era jugar bien al fútbol y otra hacer lo que él hacía, un puro ejercicio de velocidad. “¡Tú sí que eres rápido!”, le decían; “¡eres muy rápido!”.
La familia del jugador llegó a sentirse incómoda. El muchacho sufría la actitud de sus colegas, esforzados por rebajarle a la categoría de novato. Un escalafón que se disolvió para siempre en lo que va de Copa del Mundo. El torneo ha dejado en evidencia a Neymar, eliminado sin dejar huella, y ha permitido a Mbappé afirmarse como el gran príncipe del fútbol. El francés ha subvertido el orden jerárquico del PSG y colocándose él mismo por delante de sus compañeros en la carrera por el Balón de Oro, el premio que más ansía Neymar.
Los dirigentes del PSG observaban expectantes la evolución de sus primeros espadas ante la posibilidad de que se cruzasen en la semifinal de San Pertersburgo. Una fuente próxima a la dirección del club indica que llevaban varios días intentando convencer a los jugadores a través de amigos para que hicieran un gesto público de acercamiento, en caso de que Brasil y Francia se enfrentasen. De ese modo, el PSG publicitaría su grandeza al mundo al tiempo que se taparían los rumores sobre la mala relación de sus dos futbolistas estratégicos. Mbappé, según estos testigos, todavía no había respondido a la sugerencia. Neymar, tampoco. No sería necesario.
La eliminación de Brasil ante Bélgica, el viernes pasado en Kazán, fue calificada por un responsable de París como “el peor escenario posible”. El 2-1 disipó las esperanzas que tenía el presidente catarí, Nasser Al-Khelaifi, de consolidar el liderazgo del brasileño. Constituir la referencia absoluta del proyecto fue una de las condiciones que puso Neymar para fichar en 2017. Contra las apariencias, la subida imparable de Mbpappé supone más problemas que alivios para unos dirigentes con una concepción muy peculiar del fútbol. Fuentes próximas a Al-Khelaifi aseguran que los príncipes cataríes son tan devotos de Neymar, que ni ganando el Mudial darían a Mbappé los privilegios que quieren reservar al brasileño para mantenerle contento. Como dijo un responsable del PSG a este diario: “Esperemos que Mbappé no demuestre aun que es mejor que Neymar”.
Como sus propios jefes, la industria del fútbol también se resistió a reconocerle a Mbappé su verdadera dimensión. Los hechos obligan a recapitular. Mbappé es el hombre a quien los analistas de los grandes clubes de Europa señalan como su primer objeto de estudio. Ante todo, porque en términos históricos su peso futbolístico en relación con su edad es marcadamente raro. Tiene 19 años, es indiscutible en Francia y suma tres goles en el Mundial. A su edad, Neymar, que ahora tiene 26, no había sido covocado para jugar el Mundial de Sudáfrica; Messi había sido suplente en el Mundial de Alemania, donde metió un gol; y Ronaldo Nazario había ganado el Mundial de Estados Unidos sin salir del banquillo. Los precedentes solo permiten comparar a Mbappé con Pelé, que con 17 años metió seis goles en el Mundial de 1958.
Madrid, Manchester, Barcelona, Chelsea, City y Bayern son algunos de los clubes que han asignado recursos para seguir al francés. Puestos a calibrar la rentabilidad de una inversión que no bajaría de los 300 millones de euros, según la cotización estimada, se imponen exámenes precisos. Los partidos del Mundial son un campo de pruebas irrefutables. Según los expertos consultados Mbappé posee todas las cualidades necesarias para convertirse, de lejos, en el mejor jugador del planeta.
No hay nada parecido a sus condiciones físicas, a su coordinación y a su comprensión espontánea del juego. Es regular y constante en el desmarque, en el apoyo y en la colocación. Los técnicos advierten que su gran valor reside en los movimientos y el control en espacios reducidos, el oro del fútbol contemporáneo. Esta es una cualidad que requiere de un sentido del espacio y del equilibrio que Mbappé exhibe en dosis que solo lo equiparan a Messi. “Ronaldo Nazario te mataba con el latigazo, arrancaba y quemaba la hierba”, dice el ojeador de un club bajo solicitud de anonimato; “Mbappé te mata por el cambio de dirección, lo hace tan ligero que parece que acaricia la hierba”.
Mbappé combina la ligereza con una potencia descomunal para despegar de parado. Si su primer gol a Argentina, esquivando rivales con un cambio de pasos en cuatro metros con la facilidad de quien traza una línea recta, resume su genio, en el primero de Francia, que supuso el penalti que anotó Griezmann, batió el récord de velocidad del campeonato con 37 km/h en algo más de diez metros de aceleración. El récord de la Champions lo estableció Gareth Bale con 33,5 km/h tras 20 metros de sprint.
Fayza, que acompaña a su hijo por toda Rusia, es la más feliz de la familia. El Mundial ha cambiado el orden del fútbol, dentro y fuera del vestuario del PSG. Pase lo que pase, el nuevo estatuto de Kylian Mbappé será irreductible a los bromistas.
Con información de Diego Torres, Diario El País (España).