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Malos hábitos alimenticios en la infancia favorecen los niveles de obesidad en adultos

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Redacción- La creencia popular de nuestras abuelas que un “niño gordo, es un niño sano” sigue teniendo eco en los hogares costarricenses.

Las cifras demuestran que la situación es alarmante. En el 2017, las autoridades de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) atendieron 26.000 menores principalmente entre los 4 a 15 años por problemas de obesidad. Mientras que un análisis realizado por los Dres. Ronald Evans y Daniel Pérez de la Universidad Hispanoamericana (UH) reveló que la obesidad aumentó en Costa Rica casi cuatro veces en los últimos 40 años, al pasar de 6,3% en 1975 al 23,7% en 2014.

Ante este panorama marcado por una herencia de kilos de más,  la Dra. Adriana Sequeira Badilla realizó el estudio “Estilos de vida durante la niñez y su relación con factores desencadenantes de obesidad en adultos de 25 a 60 años que asisten a la Clínica de Nutrición de la UH”, con el cual obtuvo el grado de Licenciatura en la carrera de Nutrición y por su importancia fue publicado en la Revista de Ciencias de la Salud UH.

Según la Dra. Sequeira Badilla su investigación permite “determinar cuáles son los factores que conducen al desarrollo de obesidad, principalmente, aquellos factores relacionados con los estilos de vida durante la etapa de la infancia, esto con el fin de evitar los malos hábitos de alimentación y el sedentarismo, o bien, modificar estas prácticas alimentarias y aumentar la actividad física desde edades tempranas, para prevenir en un futuro dicha patología, la cual es factor principal de enfermedades cardiovasculares, dislipidemias, diabetes tipo II. Además, establecer una alimentación saludable y, por ende, un estilo de vida saludable, por medio de recomendaciones nutricionales, para disminuir el riesgo de padecer obesidad”

UNA NIÑEZ MARCADA POR LA OBESIDAD

Este estudio se efectuó con pacientes que asisten a la Clínica de Nutrición de la UH para recibir educación nutricional a cargo de estudiantes avanzados y supervisados por profesores.

La muestra fue de 78 adultos entre los 25 a 60 años y vecinos del Gran Área Metropolitana, los cuales  firmaron un consentimiento para participar de forma voluntaria en la investigación. Se excluyó a niños, adolescentes, mujeres embarazadas y adultos mayores. Además, se advierte que, en ningún momento, las personas fueron sometidas al uso de tratamientos o medicamentos.

Esta investigación tuvo dos fases para recopilar los datos. Primeramente, se realizó una evaluación antropométrica que consiste en tomar la altura y calcular el Índice de Masa Corporal (IMC), el cual es un indicador del nivel de obesidad que tiene una persona. Este se obtiene al dividir los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = peso [kg]/ estatura [m2]). Para la segunda parte, los participantes contestaron una encuesta que incluyo datos generales, características sociodemográficas y el estilo de vida durante la infancia.

Otras fuentes consultadas fueron la literatura médica e instancias como el Ministerio de Salud, CCSS, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Instituto de Estadísticas y Censos (INEC), entre otros.

Los primeros datos arrogan que el 82% de los encuestados están el rango entre los 41 a 50 años. El 82% son mujeres y el 18 % son varones.

En esta etapa adulta, la obesidad tipo I la padecen el 62% en la población encuestada, más frecuente en las mujeres con un 56%, mientras que solo un 6% en varones.

La obesidad tipo II se presentó el 24% del paciente y la obesidad tipo III en un 14 %.

A la consulta sobre el consumo de agua durante la niñez, apenas el 31% de las mujeres y el 9 % de los varones tomaban agua a veces. Mientras que el 24% de las féminas y el 6% de hombres nunca.

Estos últimos datos son preocupantes. A criterio de la Dra. Sequeira Badilla “el consumo de agua es vital a lo largo de todas las etapas de la vida, exclusivamente en la infancia, en donde se presentan la mayor necesidad de agua por peso corporal en comparación con los adultos. Lamentablemente, esta etapa es donde se presenta un menor consumo de agua diario, en muchas ocasiones, se reemplaza el consumo de agua por otro tipo de bebidas altas en azúcares, esta situación está asociada con la aparición de la obesidad en un futuro, actualmente se puede vincular los incorrectos hábitos de hidratación con el origen de la obesidad y otros desórdenes”.

Para el consumo de sal, un 10% reportó su uso en la niñez. Pese a que la cifra es baja. La investigadora explicó que “este es un factor que tiene gran influencia en el efecto del consumo de refrescos azucarados, al adicionar sal a la comida ya preparada, el exceso de sal provoca sed y, por ende, el consumo de refrescos azucarados aumenta, para calmar la sed”.

Los tiempos de comida son importantes en la niñez. Los pacientes reconocen tres:  un 78% el desayuno, un 76% el almuerzo y el 76% la cena. Llama la atención que ninguno hace mención de la merienda en la mañana o tarde.

Por ello, la Dra. Sequeira Badilla advierte que “dejar pasar horas sin consumir alimentos, produce que el organismo necesite más alimento y, por lo tanto, el apetito aumenta hasta que sea la hora de la comida siguiente, aunado a esto la ansiedad se hace mayor, lo cual lleva a comer de manera compulsiva en la comida siguiente; a mayor tiempo entre cada comida, los niveles sanguíneos de glucosa bajan y, por lo tanto, se genera más sensación de apetito”.

Con relación al tipo de dieta de los participantes durante su infancia, se evidencia que hubo un consumo de todos los grupos alimenticios. Sin embargo, ciertos hábitos inciden en los índices de obesidad actuales. Unas 77  personas indicaron mantener actualmente un consumo diario de azúcar y otras 78 personas de grasas.

“El consumo de lácteos con contenido de grasa, tiene un efecto en el desarrollo de la obesidad, se puede decir que es uno de los factores que pueden llegar a desencadenar esta patología, este se relaciona principalmente por el contenido de grasa que contenga el lácteo, sumado a esto, un bajo consumo de frutas y vegetales, es otro factor desencadenante, desplazar estos alimentos por el consumo excesivo de alimentos ricos en grasas (como la repostería, comida preparada, entre otros), ricos en azúcares (como las gaseosas, carbohidratos refinados, entre otros) o con un alto contenido de sal, es una de las razones por las cuales se genera este patrón de alimentación, consumir una amplia variedad de frutas y vegetales ayuda a asegurar una ingesta suficiente de la mayoría de macronutrientes y fibras alimentarias beneficiosas para la salud “ explicó la Dra. Sequeira Badilla.

También, se encontró que 76 personas reconocen consumir cereales diariamente. Mientras, otros 75 indican alimentarse de leguminosas.

Otro dato importante, el 69% reconoció que consumían carne diariamente y un 42% en el caso de los embutidos.

La grasa es otro factor desencadenante de la obesidad infantil. El 68% de las mujeres y 9% de los varones indicó el uso de manteca para preparar los alimentos.

Además, la mayoría de la población manifiesta que el método de cocción de alimentos que utilizan frecuentemente es la fritura, seguido por la cocción al vapor.

Estas dos últimas prácticas inciden en el sobrepeso y la obesidad. La Dra. Sequeira Badilla detalló “que el aumento en el consumo de grasas alimenticias de origen vegetal y la preparación de frituras, principalmente, provoca el exceso de grasa corporal, indudablemente, es uno de los principales factores de riesgo de mortalidad y morbilidad; el consumir alimentos fritos usualmente producen un balance positivo de energía; estas prácticas alimentarias forman parte de la vida cotidiana de la población y genera la necesidad de cambiar estas costumbres por patrones de alimentación más saludables”.

Además, los estudios han demostrado que una correlación del consumo de grasas trans y el desarrollo de la obesidad, probablemente, se debe a que este tipo de grasas tiende a depositarse principalmente en el hígado y en la grasa visceral, por lo tanto, este hallazgo es muy importante a la luz de la epidemia de la obesidad como un factor que se encuentra vinculado en este proceso, dando paso a la formación de estrías grasas en la pared vascular que, con el paso del tiempo se complican y originan los desenlaces típicos de la enfermedad cardiovascular

También, a los pacientes se les consultó si realizaban actividad física en su niñez. Solo un 51 % reconoció que practicaban algún ejercicio como correr o participar de entrenamientos.

Para conocer como estos malos hábitos han incidido en la población encuestada, se les preguntó ¿qué tipo de enfermedades enfrentan en la actualidad?

El 19% de las mujeres y un 9% de los varones detallaron que sufren de hipertensión.

Un 6 % de las féminas y un 3% de los varones tienen dislipidemias, es decir, altos niveles de lípidos (colesterol, triglicéridos o ambos).

Y solo un 3% de los hombres son pacientes diabéticos y 17 % de las mujeres enfrentan otras patologías.

Ante estos números, la investigadora señaló que “en definitiva, existe relación de enfermedades como la hipertensión y dislipidemias con la obesidad. Los malos hábitos de alimentación adquiridos en la etapa de la infancia son fundamentales para determinar obesidad en la edad adulta y el desarrollo de patologías secundarias, lo anterior, se mantiene a lo largo del tiempo”

UNA NIÑEZ SANA

Por último, la Dra. Sequeira insiste en algunas recomendaciones que es necesario reforzar en los hogares y centros educativos.

Primeramente, fomentar el consumo de agua como una de las estrategias más efectivas para reducir el riesgo de desarrollar sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas no trasmisible. al mismo tiempo, se puede decir que es una medida para el control y prevención de estas patologías.  Esto será posible con la realización de talleres dinámicos en las instituciones educativas.

Es necesario realizar mayor investigación para identificar los patrones de alimentación de los niños, relacionadas con el estado nutricional y el desarrollo de patologías crónicas no trasmisibles.

Los centros educativos deben realizar charlas nutricionales en los centros educativos dirigidas a padres de familia o a las personas encargadas de los niños, enfocadas en la representación gráfica de la alimentación para Costa Rica, con el fin de que los niños identifiquen la proporción de cada uno de los grupos de alimentos en la dieta diaria.

Finalmente, es necesario promover en las escuelas, colegios y centros comunitarios, programas que fomenten la actividad física, con el fin de incitar a los niños a que realicen algún tipo de deporte y disminuir el sedentarismo, ocasionado en su mayoría por el uso de video juegos, computadoras y la T.V.

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