Redacción- Nutricionistas advierten que en esta época la ansiedad, estrés o la soledad pueden afectar su alimentación.
Por eso, el Colegio de Profesionales en Nutrición (CPN) pide a la población mantenerse alerta ante esta situación, pues la salud de las personas puede verse afectada, especialmente la de aquellas que presentan alguna condición de obesidad, diabetes o hipertensión, entre otras.
La Dra. Georlenny Salazar, representante del CPN explica que “se puede comer por aburrimiento, por tristeza, por soledad, por estrés o ansiedad, confundiéndose estos sentimientos con el apetito, sin ser conscientes de ello y la posibilidad de que esto suceda aumenta en estas fechas”.
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Agrega que el hambre y la saciedad son señales fisiológicas que nos avisan cuándo empezar a comer y cuándo parar.
El problema surge cuando estas señales fisiológicas empiezan a ser sustituidas por otras, que poco tienen que ver con lo que nuestro organismo realmente necesita, y sí, con nuestro estado de ánimo.
Si siente la necesidad de comer, aunque no sienta hambre fisiológica y si después de ese ataque de hambre emocional se siente culpable, preste mucha atención porque son algunas características de esta condición.
La Dra Salazar afirma que se debe estar alerta si:
Cuando nos sentimos mal, nuestro primer impulso es comer algo y no se nos ocurren otras formas de reaccionar.
Ante ciertas emociones o situaciones, el impulso de comer algo es tan fuerte que solo desaparece cuando cedemos a la tentación.
Cuando no se logra identificar si se tiene hambre o se está lleno. Se confunde el hambre real (fisiológica) con las ganas o el impulso de comer.
Si sólo se consigue el relajamiento, el dormir, el control del enfado o disgusto por medio de la comida.
Cuando la comida se ha vuelto protagonista en nuestra vida, hasta el punto de que todo lo demás pasa a un segundo plano y parece que los pensamientos sobre comida lo inundan todo.
Si presenta una o más de estas características, el primer paso que debe dar es visitar un profesional en nutrición.
Otras estrategias son: consumir alimentos que nos produzcan saciedad como las frutas y verduras, comer despacio, pues ayuda a estar más consciente de las razones por las cuales estamos comiendo, así como saber si ya estamos satisfechos e introducir en nuestra dieta alimentos que contengan triptófano (aminoácido esencial involucrado en la regulación del sueño y el bienestar) como el huevo, los lácteos, los cereales integrales, el pollo, el sésamo, las legumbres, los plátanos y las almendras.
A nivel físico, las consecuencias más visibles y evidentes del hambre emocional son el sobrepeso y la obesidad, producto de una ingesta descontrolada de alimentos, y si no recibe tratamiento adecuado, se puede desarrollar hipertensión arterial, dislipidemias (alteración de colesterol y triglicéridos en la sangre), diabetes y sentimiento de culpa.
Otras secuelas del hambre emocional es un aumento de consumo de alimentos poco saludables, no se realizan todos los tiempos de comida, se cede ante los antojos y en algunas ocasiones se deja de realizar ejercicio.
“Reiteramos nuestro llamado a identificar el hambre emocional y luchar contra ella, queremos que al final de esta temporada la salud de las personas no se vea afectadas por un exceso de comida”, dijo.