Redacción – Cuando la muerte parecía ser el único destino de una vaca y su ternerito en gestación, varios héroes aparecieron para evitar que ambos terminaran ahogados en el lodo o bien devorados por hambrientos cocodrilos.

Nadie sabe cuántas horas tenía la vaca de estar atrapada entre el lodo y las chorejas, nombre que le dan los lugareños a los lirios acuáticos que abundan en las márgenes del río Pacuare, cantón de Siquirres, Limón.

Sin embargo, fue a las dos de la tarde del Domingo de Resurrección que el tripulante de una lancha que navegaba por el Pacuare se percató del drama que vivía el animalito, el cual estaba atascado en un lodazal ubicado a un kilómetro y medio de la bocana del río Pacuare.

Varios oficiales de la Estación del Guardacostas de Barra Pacuare que patrullaban la zona, como parte de la Operación Semana Santa Segura, de inmediato fueron alertados por el vecino sobre lo que ocurría con la vaca.

Sin pensarlo mucho, tres de los uniformados se lanzaron al lodo que yace bajo el chorejal que cubre de un manto verde la orilla del Pacuare, sin temor alguno a quedar atascados entre el traicionero fango que condena a la muerte a cualquier forma de vida que logre atrapar.

Su misión era clara: rescatar una vida, algo para lo cual fueron reclutados y preparados en el Guardacostas, el cual es un cuerpo policial que no solo protege la vida humana, sino también la de animales silvestres o domésticos en peligro.

Conforme pasaba el tiempo, la misión se hacía cada vez más difícil, pues la vaca tenía las patas entumecidas, inmóviles ante la presión del lodo y, cuando las fuerzas parecían no ser suficientes, cuatro hombres que navegaban en una panga observaron a los oficiales trabajar en la extracción del animal y decidieron colaborar.

Afortunadamente, uno de los oficiales y un lugareño contaban con experiencia en el rescate de animales en condiciones similares, por lo que ellos lideraron el equipo de rescatistas.

Uno de los lugareños examinó las patas de la vaca con el fin de detectar si existía algún tipo de fractura, lo cual fue descartado, pero otra situación tornaba más riesgosa la extracción del animal, ya que conformen lograban apartar el lodo para ir liberando al vacuno, se dieron cuenta de que este pesaba más de lo usual.

Después de mucho esfuerzo, los rescatistas se pudieron percatar del verdadero tamaño de la vaquita y a qué se debía tanto peso, ya que el abultamiento abdominal del animalito les permitió darse cuenta de que no se trataba de cualquier vaca, sino de una vaca preñada.  Ahora estaban convencidos de que no era una, sino dos las vidas las que tenían que salvar.

Así las cosas, el panorama para la libración dio un giro inesperado, ya que no podían utilizar la fuerza de la embarcación interceptora del Guardacostas, ni ningún otro tipo de remolque, por lo que continuaron su faena armados solo de sus manos y unos mecates.

Después de casi dos horas de maniobras, por fin pusieron a salvo a ambos animalitos, los cuales poco después se unieron al hato que observaba, a la distancia, como estos héroes lograban salvar a dos de sus miembros.