Redacción – Hoy se conmemora el 12º aniversario del terremoto de Nicoya, uno de los más fuertes que ha sacudido Costa Rica en la historia.

El 5 de septiembre de 2012, un sismo de magnitud 7.6 estremeció el país a las 8:42 de la mañana, con epicentro en la península de Nicoya, provincia de Guanacaste.

Este terremoto, que fue el más potente en más de 50 años, dejó profundas cicatrices tanto en la infraestructura como en la vida de miles de costarricenses.

El terremoto, clasificado como un megaterremoto por su magnitud y el desplazamiento de placas tectónicas, fue producto de la subducción de la placa de Cocos bajo la placa del Caribe. Con una magnitud de 7.6 en la escala de Richter, el evento generó una ruptura a lo largo de aproximadamente 50 km y produjo una serie de réplicas, algunas de ellas de magnitud superior a 5.0, que mantuvieron en alerta al país durante semanas posteriores.

Las provincias más afectadas fueron Guanacaste y Puntarenas, donde se registraron serios daños en viviendas, carreteras, puentes y hospitales. Según datos del Comité Nacional de Emergencias (CNE), más de 12,000 viviendas resultaron afectadas, de las cuales al menos 1,500 sufrieron daños severos que dejaron a cientos de familias temporalmente sin hogar.

Diversos edificios públicos, incluidos hospitales y centros educativos, también sufrieron daños considerables.

En Nicoya, el hospital La Anexión, que atendía a una gran parte de la región, tuvo que ser evacuado parcialmente debido a las grietas estructurales. Muchas iglesias y sitios patrimoniales, construidos en su mayoría en épocas coloniales, quedaron destruidos o gravemente dañados, reflejando la vulnerabilidad de las edificaciones más antiguas ante sismos de esta magnitud.

A pesar de la potencia del sismo, Costa Rica tuvo la fortuna de evitar una gran cantidad de muertes. Las autoridades reportaron dos fallecimientos directos relacionados con el terremoto: una persona murió de un infarto tras el sismo, y otra perdió la vida a causa de un colapso estructural. Sin embargo, las heridas físicas y psicológicas que dejó en los sobrevivientes perduran hasta hoy.

El terremoto de Nicoya fue un recordatorio de la constante actividad sísmica en Costa Rica, ubicada en una de las zonas tectónicas más activas del mundo.

La evacuación en las zonas costeras fue eficiente, ante el riesgo de un posible tsunami, el cual finalmente no se materializó de manera significativa.

Las lecciones aprendidas de este evento han llevado a una mejora en las normativas de construcción y en la preparación ante desastres naturales. Desde entonces, el país ha fortalecido sus sistemas de monitoreo sísmico y protocolos de emergencia, enfocándose en la resiliencia comunitaria.

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