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CNE refuerza monitoreo de deslizamientos con tecnología debido a modificaciones en terrenos

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Redacción – Los intensos períodos de lluvia, la configuración topográfica y sísmica del país, junto con factores como la expansión urbana no planificada y la construcción de caminos, han generado actividad en todos los deslizamientos monitoreados por la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) este año.

En respuesta, la CNE y los Comités Municipales y Comunales de Emergencias han implementado un sistema de vigilancia constante en 145 puntos estratégicos a nivel nacional, especialmente en zonas montañosas y con pendientes pronunciadas.

A lo largo del año, se han realizado más de 950 inspecciones para supervisar y evaluar posibles riesgos. Los cantones de Puriscal, Turrialba, Pérez Zeledón y Aserrí concentran algunos de los puntos más vulnerables, con 42 deslizamientos activos reportados en conjunto.

“Aunque cualquier lugar del país podría ser susceptible a deslizamientos, zonas como Desamparados, Acosta, Puriscal, la Zona de los Santos, Pérez Zeledón y Turrialba tienen mayor probabilidad debido a sus características geográficas y factores climáticos”, señalan expertos de la CNE.

Entre los deslizamientos más monitoreados se encuentran los ubicados en Aguas Zarcas, La Cascabela en Alajuelita, y El Tablazo en Desamparados, cada uno con sistemas de monitoreo avanzados. Aguas Zarcas, en particular, cuenta con uno de los Sistemas de Alerta Temprana más modernos del país, que incluye cámaras de vigilancia en el río, sirenas de emergencia y un programa de capacitación para los habitantes locales.

Además, en Tapezco de Santa Ana, Burío en Aserrí, y otros puntos críticos, se utilizan instrumentos de medición de precipitaciones, principal factor de riesgo en estos eventos.

Según Julio Madrigal, geólogo de la CNE, los indicios de un posible deslizamiento incluyen grietas, fisuras y ruidos de ruptura en las laderas, así como el arrastre de materiales en cauces cercanos.

El deslizamiento más reciente registrado es el de Ojo de Agua en Aserrí, donde alrededor de 10 hectáreas de tierra se desplazaron sin afectar directamente a viviendas.

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