Minor Araya Salguero
Criminólogo – Exjefe OIJ
Enero 22, año 2004 – si bien recuerdo – entre diez y once de la mañana la Central de Radio del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) emitía una alerta a su unidad táctica, el Servicio Policial de Intervención Inmediata (SPII): “Clave (…) dirigirse a La Carpio. Situación de Rehenes. Repito, Clave (…)…”.
Nuestro enemigo, el tiempo que rápidamente transcurre. El personal táctico como un rayo, en tiempo inmejorable partió desde su base hasta su ansiado destino: Ciudadela La Carpio. En aquella emblemática camioneta Mercedes Benz, algunos operadores tácticos [concepto SWAT, importado al país en 1998] se colocaban apresuradamente su equipo personal revisando a la vez, el valioso equipo de aplicación general; nada podía faltar ni fallar, hasta el más mínimo detalle era indispensable para la atención de la emergencia.
German – el conductor – hacía hasta lo imposible avanzando a toda velocidad, luchando contra el tráfico que como daga, afligía nuestros corazones y confundía nuestras ya alteradas mentes. En esa lucha contra el tiempo y la distancia, nada es normal, todo parece que corre en nuestra contra; no obstante, ese pedido de auxilio era el verdadero combustible que promovía el persistente avance ante la incertidumbre.
“Sospechoso tiene a su esposa y tres hijos como rehenes y amenaza matarlos…” – Central de Radio –
¿Qué tipo de armas tiene? – pregunté –
“Arma de fuego, se desconocen calidades. Urge su presencia en sitio. La situación está muy complicada. Sujeto muy violento con antecedentes de violencia doméstica” – Central de Radio –
Nuestras mentes si bien confusas por la ausencia de información tenían, poco a poco, algo claro: era una intervención de altísimo riesgo, una especie de cita con la muerte en donde, a toda costa, así sea debiendo pagar un precio muy alto, se debía evitar que a las personas inocentes en cautividad, se les hiciera daño alguno.
Durante el tortuoso camino, se trazaba – a duras penas y en una pequeña pizarra – el plan de ingreso y dominación. Todos, sin excepción, esperaban el orden de ingreso forzado [quien de primero, segundo y tercero en la formación de entrada]. El nivel de estrés, cada metro de avance, se elevaba queriendo alcanzar su máxima expresión ya que nadie – en sus cinco sentidos – quiere ocupar esos primeros puestos cuando el principio táctico llamado sorpresa, simplemente es inexistente.
A pocos kilómetros de llegar al sitio, en aquella blanca y caliente Mercedes-Benz, un equipo de tácticos, ya estaba listo cuando “Sierra Uno – Central. Hay disparos, repito, hay disparos, el sospechoso hirió a un policía en la escena y amenaza con matar a su familia” – Central de Radio – La crisis, evidentemente empeoró.
La comunicación anterior, sin duda alguna, hacía palpitar – aún más – nuestros corazones pero, para eso se entrena, para luchar y lograr una nivelación emocional a través de una educación física y mental muy particular; a pesar de esto, la situación era muy fuerte y difícil de dominar ya que la orden era llegar al sitio, identificar rápido la estructura y dominarla debiendo para esto, neutralizar al violento sospechoso sin darle oportunidad de herir a su familia. El tiempo – repito – nuestro invisible enemigo.
¡Hay que salvar a esos niños, hay que salvar a esos niños, para adelante, para adelante…! Aquella, el grito de pelea que como consigna, se escuchaba en aquel acelerado vehículo policial. Estábamos listos para pelear contra un sospechoso que sin duda alguna, tenía la sorpresa y por ende, la ventaja de su lado. Y, para cuando el resultado del arduo trabajo del liderazgo lograba convertir el miedo y la ansiedad en coraje puro, nuestra Central de Radio emitía: “ 10-86, Sierra Uno – Central, les disparó Sierra Uno, el sospechoso les disparó a todos y se disparó, hay fallecidos, lo siento mucho…”.
“Un niño a quien se le permita ser irrespetuoso con sus padres no tendrá verdadero respeto por nadie” – Billy Graham –
En aquel vehículo nadie hablaba, había un silencio sepulcral. La impotencia en su máxima expresión al no faltar la mezcla perfecta: lágrimas y sudor. Llegamos al sitio y ya todo había acabado; dos de los niños muertos, el tercero – si bien recuerdo – murió en el hospital a causa de sus heridas. La madre sobrevivió. El homicida, ese nicaragüense nos ganó la carrera; él se suicida, desgraciadamente luego de acabar con su propia prole [de cuatro, cinco y once años de edad]. Él nos arrebató la Última Opción y eso ciertamente nos afectó mucho.
Fríamente, aquello fue una exquisita experiencia para una unidad táctica policial, al igual que un fuerte y muy singular choque emocional para sus integrantes. Fue una experiencia profundamente triste e inolvidable. Una [experiencia] no más angustiante y penetrante quizá, que otras vividas por muchos otros agentes del OIJ pero una más, con la que un policía debe tratar, afrontar y sobre todo, comprender y vencer.
Lo que se percibe es difícil de borrar o alterar por lo que hay que enfrentar esa percepción y cualquiera de sus consecuencias. Ese recuerdo que duele, que incomoda en efecto, hay que enfrentarlo y por último superarlo, pero no en la soledad. En el SPII se entendía de las posibles repercusiones provenientes de un trauma razón por la cual, el asunto, cualquiera que fuera se discutía, se desenhebraba – en primera instancia – entre compañeros que se apoyan y comprenden entre sí.
Compartir esa angustia con tus amigos, con tus hermanos que tenían la misma experiencia u otras similares y claro, con los que más amas, tu familia, resultaban ser instancias que se consideraban imprescindibles para soportar la carga emocional que un hecho criminal, una actuación policial o personal, podían dejar atorada en tu cabeza. Lo mejor de todo, es que no estábamos equivocados con nuestro abordaje…
Así lo destaca Amy Morgan, especialista de IPSA [Asociación Internacional de Seguridad Pública de los Estados Unidos de América, en español] cuando recomienda que “Después de un evento traumático, como un acto de violencia masiva, una conversación al respecto, es de importancia crítica. Hable con un ser querido, con amigos, con compañeros de trabajo que estén pasando por lo mismo. No te aísles y mantén todo dentro.” (2018).
Las personas con las que se conversa, deben hablar el mismo idioma; en otras palabras, esas personas deben conocer a su interlocutor, lo que él hace y el grave riesgo al cual se expone como policía y responsable de acudir a emergencias ya que, tal cual apunta Morgan “Al igual que con cualquier evento difícil en la vida, obtener ayuda inmediata, como asesoramiento, educación y la creación de una red de apoyo fuerte y positiva, marcará la diferencia en la velocidad y la eficacia de la recuperación.”. Hablar con las personas indicadas, en el menor tiempo posible.
Personalmente, durante mi carrera judicial, aprecié mucho el apoyo de distintos profesionales en salud por los que pasé, pero fue esa interacción con mis compañeros de trabajo y mi familia, los recursos con los que realmente trataba algunas secuelas que dejaba el cumplimiento del deber. Cuando apagas una vida humana, siendo un buen ser humano, uno que quiere y respeta a su prójimo, no importa la razón, esa experiencia es dura de roer y tragar por lo que, no es ser menos mujer u hombre compartir ese pesar, asa angustia, esa pesada carga que a veces, te quita la respiración.
“Nadie es perfecto, todo ser humano sin excepción, comete error en cualquier momento”
La fuerza y la resistencia vienen en muchas formas: mentales, físicas, emocionales y espirituales. Así, un buen policía, uno que usa todos los recursos disponibles [antes mencionados] para reconstruir esa fuerza, esa resistencia y con esto, volver a un estado saludable, estará mejor equipado y preparado para manejar el próximo incidente crítico ya que, lo que no te mata, te hace más fuerte.
Nuestro OIJ no es perfecto, como no lo es ninguna policía del mundo; nosotros debemos buscar esa perfección y avanzar en la dirección correcta aprendiendo de las experiencias ajenas y evitar lo indeseable. Un estudio reciente descubrió que en 2017, en Estados Unidos murieron por suicidio más oficiales de policía, que los que murieron en el cumplimiento del deber “…140 policías murieron por suicidio en 2017, en comparación con (…) 129 oficiales en el cumplimiento del deber, según la Fundación Ruderman Family” (USA Today). Muy triste, muy preocupante.
A veces, no se requiere – únicamente – levantar [proceso policial-judicial, propio de la escena del crimen] a una niña de 8 años, violada y abierta desde la vagina hasta el pecho, por su victimario para obtener un Estrés Post Traumático. Cuando el policía se enfrenta a un proceso administrativo o judicial, percibido como injusto y hasta inmoral, las consecuencias pueden, en el agente, ser agresivas y muy lamentables hasta el punto, de ser un candidato perfecto al internamiento psiquiátrico o al suicidio. La institución debe velar por el bienestar mental de sus colaboradores y con esto, por la objetividad y justicia de sus procesos internos.Debe procurar que su personal se exprese a satisfacción…
El jefe, este no necesariamente es aquel más sumiso al superior, no. Entre otras de sus cualidades, es su capacidad, la experiencia y su grado de empatía, hasta el punto de ser el ejemplo a seguir por su personal. Es esta figura de autoridad la cual, con fundamento en sus propias experiencias y conocimientos, soporta las experiencias de su personal a cargo coadyuvando en cualquier proceso de sanación física y mental. No basta con decir, vaya al psicólogo; es irresponsable e injusto abandonar a su suerte a un buen colaborador a un buen compañero, a un amigo que, con su esfuerzo diario, hace sobresalir y, hasta ganar más al “jefe”.
El jefe es o debe ser como un buen amigo en las situaciones difíciles. Ahí está no un jefe, ahí está un líder que se preocupa por todos, uno que conversa sobre mucho, pero que promueve conversar al agente sobre lo que más le duele ya que, «El silencio puede ser mortal, porque se interpreta como una falta de aceptación y, por lo tanto, se transforma en una barrera que impide que los socorristas accedan a servicios de salud mental que pueden salvar vidas» (Fundación Ruderman Family).
Dedicado, con mucha admiración y respeto al encomiable trabajo de los agentes [mujeres y hombres] de investigación judicial – entre estos a mi hijo mayor – personas especiales que, por responder a situaciones tremendamente difíciles y de alto riesgo por la seguridad de la nación, han experimentado escenas y episodios terribles y difíciles de soportar y olvidar, actos e imágenes que además de marcar sus vidas, les moldean y preparan para un futuro repleto de más retos como líderes.
A los leones y leonas del OIJ: Siempre para adelante…
Excelente artículo. No se nada de policía pero se que hay gente con vocación en esos puestos..
Muchísimas gracias por su lectura y comentario estimado Don Alexander. Indudablemente, la policía tiene gente muy valiosa en sus largas filas.
Don Minor muchas gracias x sus comentarios y reconocimientos
Muchísimas gracias Doña Adriana por su lectura y comentario. A la Policía hay que jalarle las orejas, cuando lo merece y acuñar su mérito cuando se lo ha ganado con un buen desempeño. La labor del Agente Judicial no es para nada fácil; es una profesión muy delicada… Saludos
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