Redacción – Nadie se imaginó que una nación donde hasta los pobres podían tomar whiskey de 12 años iba a llegar al punto en el que la gente celebra cuando corre agua por el grifo.
No lo imaginaron ni propios ni extraños, que llegaron al país anos atrás inclusive en un momento en que ya había inseguridad, cortes de luz y agua y colas para comprar productos básicos: era un país en crisis, sí, pero que de alguna u otra manera, no se llego a pensar que recaería tanto y tan rapido.
Hoy, sin embargo, los que viven en esta tierra prodigiosa –aún rica en petróleo, minerales y paisajes maravillosos– extrañan el día a día de 2013.
No hay encuesta, análisis o cifra que resuma el sentimiento de ese venezolano que vio su calidad de vida, por mucho que tuviése que arreglarse con el salario mínimo, perder uno a uno los lujos de vivir en un país rico: ni la inflación más alta del mundo, ni la mayor tasa de homicidios, ni la frecuencia de los cortes de luz.
Ni siquiera es suficiente el dato de que Venezuela dejó de estar entre los tres mayores consumidores de whiskey del mundo.
El gobierno de Hugo Chávez, que llegó al poder en 1999, les dio educación, salud y vivienda a millones de personas que, incluso en la presente debacle, se sienten irrevocablemente agradecidas.
Pero lo que hoy vive el país –más allá del debate de si es una guerra económica gestada por la derecha internacional, como alega el presidente Nicolás Maduro– refleja un deterioro abismal en la calidad de vida de la mayoría en Venezuela .
El barrio venezolano es una tierra alegre y movida, pero también peligrosa y llena de percances.
Por ejemplo, luz que se va a diario en un pais en el que se reportan 8.250 cortes de luz en los últimos tres meses en todo el territorio .
Cifras oficiales sobre el número de apagones no hay, pero el gobierno oficializó esta semana el racionamiento en residencias, sector público, centros comerciales y colegios de todo el país (salvo Caracas, que está protegida de los apagones).
Respecto a los cortes de agua, que también se volvieron frecuentes en todo el país, no hay un comité de afectados, pero a diferencia del problema eléctrico, el del agua sí golpea a Caracas, y mucho más en los últimos dos años.
Como parte del paisaje del barrio popular venezolano, a las antenas de televisión satelital que hay en cada casa ahorase añadió un tanque azul en casi todos los techos.
Sin tanque te toca acomodar tu rutina a los incumplidos horarios de racionamiento.Con tanque eres, de alguna manera, libre .
Para el venezolano se volvió necesario vivir pendiente de dónde sacará el agua.
Muchos venezolanos saben lo que es bueno : a lo que sabe –y lo que es– un queso holandés; lo que es pasar –y repetir– unas vacaciones en familia en un resort con todo incluido.
Pero con una inflación que este año tomó cara de hiperinflación, el venezolano ha tenido que sacrificar las idas a restaurantes, moverse en taxi o comer carne y pescado.
Eso produce una angustia casi existencial, porqueel venezolano perdió aquello que lo hacía especial ante el mundo: el consumo de suntuarios.
Ahora, ni lo básico está al alcance de todos: el 87% de los venezolanos dice que su ingreso es insuficiente para comprar los alimentos, según la Encuesta de Condiciones de Vida de 2015 realizada por tres prestigiosas universidades.
Y entonces pasan sus días esperando al frente de los supermercados, con una sombrilla para protegerse del sol inclemente, a ver si logran comprar los alimentos a precio regulado.
Venezuela, un país que vivía en épocas de abundancia hace no mucho tiempo, en la actualidad vive una realidad muy distinta, a la espera de que este mal momento sea solo eso, un mal momento.