Por Emma Hennig.

San José –  Soy alemana. Tengo 25 años. Vine hace un año a Costa Rica como voluntaria. Siempre quise visitar Latinoamérica y vine al país por razones de seguridad. Me dijeron que era un paraíso, y lo es, me dejé llevar por la imagen de este país que se proyecta a nivel mundial y aunque es cierto, a lo largo de los días me di cuenta de muchas realidades.

Lo primero que he visto es que hay mucho tráfico todos los días. Lo consideraría fatal y a tal punto lo aceptaría, pero me parece realmente peculiar las llamadas ‘presas’, un fenómeno de todos los días que no ocurre en Alemania. En mi país y como en todo el mundo, también hay atrasos por el tráfico, pero nunca dos horas o hasta cuatro. Es allí, donde me cuestiono esa idea del ‘país más feliz del mundo’, porque todos los días en hora pico veo a todos los ticos quejándose por este problema.

En un país tan lindo como este, definitivamente es necesario la aplicación de una seria planificación urbana y sería mejor modernizar el transporte público, el cual me genera, también, dolores de cabeza todos los días. ¡Cualquiera usaría más su vehículo antes que tomar un autobús! Precisamente por ello se generan presas todos los días. En Alemania, hay más oferta de transporte público; por ejemplo, en Berlín hay transporte en autobuses y trenes todo el día. Hay un horario fijo que se cumple. Sé que es complicado aplicarlo, pero ante esas quejas de muchas personas sería muy recomendable empezarlo.

El problema es tanto con el transporte público, que los primeros días cuando llegué a Costa Rica, ¡no tenía idea de cuál autobús tomar!, porque no hay una forma de ubicarse o de buscar esa información. Así es muy difícil manejarse en la capital o si no tomar un taxi, que es muy caro.

Dejando de lado el tema de las calles y las presas, me encuentro con un problema de trasfondo muy grave, que francamente, nunca pensé encontrarme en un país como este: la cultura del ‘tico promedio’, término que escuché hace un tiempo en Facebook. Todas las mañanas que salgo de mi casa hacia el trabajo, lejos de pasar un agradable momento, enfrento toda una Odisea. Me encuentro con aceras tan mal diseñadas y vehículos atravesados en medio, que prefiero caminar por la calle.

¡Muy pocos piensan en los demás! Tanta amabilidad de las personas no trasciende a los demás. Nadie da paso a otro ni en una acera ni en las calles, porque solo ven su derecho y no ven el de los demás. ¡La acera es de todos, la calle es de todos!

Ese desinterés por los demás se evidencia aún más cuando llueve. En medio diluvio me encuentro con cientos de personas chocando sus sombrillas y mojándose entre sí, solo por no querer dar campo a otros o acomodarse para que pasen ambas personas. Desde mi infancia, me enseñaron a que una persona alza la sombrilla y la otra la baja para que pasar sin chocar.

¡Ni hablar del tema ambiental! Desde que llegué acá, amé este país por su naturaleza, todo era verde y natural, pero cuando vi que la gente tiraba su basura sin consciencia, sinceramente me entristecí. Lo peor es que he visto padres de familia que tiran su basura al suelo y con ese ejemplo enseñan a sus hijos. Lo ideal sería que aprendamos a convivir con la naturaleza desde la niñez y mejor aún, ¡logremos conservarla!

Los extranjeros pensamos que Costa Rica  promueve la conservación ambiental, una imagen que nos proyectan desde afuera. Me he enterado que la ley castiga con multas económicas el botar basura, pero nunca pensé que primero ni se aplica y segundo, que la gente hiciera todo lo posible para evadirlo.

Pese a ello, en mis 365 días en Costa Rica quedé enamorada de este país. Quedé impresionada por su naturaleza; me encanta salir todos los días de mi casa y ver a lo lejos montañas verdes pues en mi ciudad en Alemania no hay montañas. Sus playas me enamoran y me siento agradecida por la hospitalidad de cada uno de los ticos que he conocido.

Finalmente, aunque existan miles de problemas que aquejen a este pequeño país, siempre destacaré la amabilidad de todos los ticos. Ningún país es perfecto pero ese ‘Pura Vida’ sostiene el carisma acogedor de Costa Rica y siempre voy a regresar.