Redacción/Agencias – De la pasión intensa al sueño profundo en pocos minutos. Una de las transiciones biológicas más rápidas en el hombre sucede tras el coito: es el periodo refractario, el «bajonazo» producido después del orgasmo, tras eyacular, y que se alarga hasta que el hombre es capaz de nuevo de iniciar otra relación sexual.
Puede durar desde pocos minutos en los hombres más jóvenes hasta algunas horas. Esta fase está relacionada con un complejo juego de hormonas, entre ellas la prolactina. La misma hormona que hace posible la lactancia materna está implicada en unos 300 procesos biológicos, entre ellos la producción del semen y también el deseo sexual.
La investigadora Susana Lima del centro Champalimaud for the Unknown, como parte de su serie de publicaciones La neurobiología del sexo, ha observado este proceso en ratones de laboratorio: «resulta chocante comprobar cómo antes de la eyaculación, la hembra es el objeto más deseado y, justo después del orgasmo, queda relegada a un segundo plano», explica.
Durante diferentes fases del comportamiento sexual de los ratones, se midieron sus niveles de prolactina y se observó que, tras el orgasmo y la eyaculación, se produce un pico en los niveles de prolactina en ambos sexos, lo que coincide con una bajada del deseo sexual.
Evolutivamente, puede explicarse de la siguiente manera: dado que biológicamente el objetivo de la eyaculación es la reproducción, el hombre tratará de conservar las energías hasta que pueda aparearse con otra hembra. Una fase de reserva que se le atribuye a la prolactina.
Pese a ello, aún faltan más estudios que lo corroboren. «Una manera de acortar el periodo refractario sería presentar a una nueva hembra», explica la investigadora. Esto aumentaría el nivel de otro tipo de hormonas, como la dopamina y la adrenalina, y volverían a reactivar el deseo sexual.
No obstante, la relación entre prolactina y deseo sexual se ha establecido con anterioridad. Los hombres que padecen un tumor de hipófisis experimentan una sobreproducción de prolactina, y eso produce una bajada del deseo sexual. Lo mismo les ocurre a las mujeres que están dando el pecho, momento en que los niveles de prolactina aumentan.
Por tanto, ¿podría el control sobre la prolactina convertirse en el sustituto de la viagra? En teoría, disminuyendo conscientemente los niveles de prolactina podríamos manipular, en este caso aumentar, el deseo sexual.
Para Lima, la prolactina parece un serio candidato.
«En estos momentos, estamos bloqueando prolactina en las áreas cerebrales que sabemos que son importantes para el comportamiento sexual y ver cuáles de estas áreas se encienden», explica.
Todavía falta por comprobar exactamente en qué medida está involucrada la prolactina en el deseo sexual.