Inicio Opinión #EnLaMira: Viacrucis Presidencial: seguridad cero

#EnLaMira: Viacrucis Presidencial: seguridad cero

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Minor Araya Salguero.

Ex Jefe del OIJ – Especialista SWAT


El problema ya tenía cola. Un martes 18 de diciembre de 2012 atónitos, muchos costarricenses nos quedamos, cuando observando a través de la pantalla chica un acto oficial en el Ministerio de Seguridad Pública (MSP), Doña Xiomara Rojas [líder sindical] con sus palabras, tono de voz y gesticulación, hacía fácilmente denotar un profundo temor en la expresidenta Laura Chinchilla cuyo podio – curiosamente – estaba a pocos centímetros de Doña Xiomara. 

La señora Chinchilla, luego del desagradable evento, hizo ver que “Los costarricenses han visto la falta de cortesía, la falta de consideración (…) Cualquiera nos sorprendemos cuando alguien grita o gesticula de esa manera…” (La Nación). Lo peor, fue que aquella evidente intimidación hacia la mandataria, fue a vista y paciencia de “la plana mayor” del MSP y del Ministerio de la Presidencia. 

En esa oportunidad, ante la fútil justificación de las autoridades responsables, varios medios de comunicación [Diario Extra;Telenoticias; la Nación] simplemente “no tragaron cuento” dejando claro que “Aunque Xiomara Rojas gesticuló y levantó la voz durante varios minutos, ningún miembro de la seguridad presidencial trató de apartarla o calmarla”. Se hace evidente el cuestionamiento ante la muestra de ignorancia o encubrimiento. 

En adición, la crítica profesional y responsable fue debidamente emitida [Telenoticias] a efecto de promover una necesaria y urgente reflexión en torno a la política y procedimientos operativos, relacionados con la seguridad del presidente pero, ¿Se aprendió de los errores, corrigiendo estos, en materia de Seguridad Protectiva Presidencial…? Desafortunadamente, los recientes eventos [3 de octubre] se decantan por una muy negativa percepción…

Así, no es para menos que AMPrensa titule “Mientras Carlos Alvarado sufría falla en seguridad, viceministros compartían en Twitter” ya que, durante el IV Congreso Nacional de Movilidad Urbana [Teatro Nacional] el presidente de la República experimentó una situación que, lejos de ser bochornosa e irresponsable, fue altamente peligrosa para su integridad física. En principio, según el Diario Extra el presidente [Alvarado] salió abucheado por un grupo de manifestantes del Teatro Nacional y luego, se expone a lo peor… 


“Para el profesional en Seguridad Protectiva, no hay dignatario agradable o desagradable; solo existe una persona, una a quien hay que proteger de toda amenaza que atente contra su moral e integridad física”


Al percibir [el equipo de protección] una amenaza en el interior del Teatro, a éste se evacua – en buena teoría – a un lugar seguro y en forma segura; no obstante, no fue así. El traslado Teatro – vehículo fue un viacrucis con la Plaza de la Cultura, como mudo testigo. No se distinguen con claridad los perímetros de seguridad, siendo el interno, uno lamentable por su amplia capacidad permeable. El mandatario, en su trayecto de evacuación [a pie] no sólo fue expuesto a actos bochornosos, éste además, fue inexplicablemente expuesto a la peor de las amenazas, la agresión física. 

Durante su agitada primera fase de evacuación [distancia considerable a pie] el dignatario parece ser golpeado ya que, muchos manifestantes con cada paso que dan, se tornan irremediablemente en agresores y sin mayor dificultad, hacen del perímetro interno de protección, un angustioso, deformado, fracturado y permeable anillo que pretende evitar lo inevitable: El ahogamiento por la indeseable vulnerabilidad. 

La segunda fase de su evaluación, no es menos cuestionable; al señor Alvarado finalmente se le extrae en un vehículo que se encuentra asediado y cuya ruta de evacuación, estaba claramente obstaculizada, sin control y por ende, en comprometida condición. Definitivamente, la factura pudo haber sido más elevada; por fortuna, no fue así. 

Otro aspecto que extraña en demasía, es la ingenua exposición a un muy probable daño. Todos somos conscientes del estado convulso que desde septiembre atraviesa nuestro querido país y muchos tuvimos conocimiento de que “Oficiales de la Fuerza Pública reportaron este martes por la tarde que un grupo de personas, no identificadas, les lanzaron huevos en las afueras de la Asamblea Legislativa, en San José, y poco después encontraron una bolsa con 18 huevos y una factura a nombre de un exsindicalista” (La Nación); por tanto, ¿Se expone a sí mismo – ingenua o irresponsablemente – el presidente, colocando su cabeza y la de sus agentes protectores, en las fauces del león o, fue negligentemente expuesto por su equipo de seguridad…?

Por supuesto, el Jefe de Seguridad Presidencial tenía que haber conocido de tanto mal augurio en el ambiente [amenazas varias], era su deber preventivo, como bien lo era recomendar a su protegido, no exponerse de forma tan ciega e ingenua ¿Lo haría…? si en efecto lo hizo; evidentemente fue el presidente el que, inexplicablemente, se expuso a sí mismo y expuso injustamente a su escolta personal. Hasta acá [lectura], el dignatario decide, en última instancia, si asiste o desiste en asistir a un evento, aún siendo previa y ampliamente advertido de un riesgo potencial e inminente. 

Por otro lado – ya en el campo – bajo la evidente amenaza que acecha, el peso total del poder de decisión sobre la condición del protegido cambia de hombros, siendo el Agente a Cargo [AC], aquella única figura de autoridad sobre la cual, en última instancia, recae la responsabilidad de protección y sus resultados. El dignatario y el resto del equipo, deben someterse a la voluntad y disposición del AC. La materia de Seguridad Protectiva no es fácil, como no lo es ni será, proteger a un mandatario; yerros de planificación y operativos siempre están, a la vuelta de la esquina. 

El equipo de protección debe tener a su disposición el recurso humano y material necesario para cumplir su deber. Además, debe capacitar adecuadamente al protegido hasta hacerle comprender todos los ángulos de esa gran “mesa cuadrada”. La especialización en la materia debe hacerse respetar, visualizando a un especialista en protección personal y no a un “botones”. Al señor presidente y a cualquier otro dignatario, se le enseña primero a comprender, luego a respetar hasta lograr la obediencia que únicamente persigue, evitar un daño mayor. 

En el caso de la presidenta Chinchilla, ante el cuestionamiento objetivo de la prensa del porque, su equipo de protección queda inmóvil ante el asedio verbal y de gesticulación en cuestión, “la presidenta consideró ayer que no era necesario, pues no había “riesgo inminente a la integridad física” (La Nación). Pareciera que Doña Laura estaba equivocada con su apreciación y eso le costó la exposición a una situación embarazosa; a pesar de todo, hoy usted – respetable lector – aprendió más acerca de esta complicada materia y eso me alegra. 

Nos guste o no el presidente de la República, a éste se le debe respeto y protección. Nuestro país tiene amigos y enemigos y ayer, a todos sin distinción, le enviamos un equívoco mensaje, uno muy lamentable: La seguridad del presidente de Costa Rica, es altamente vulnerable. Este respeto – como responsabilidad civil – es una obligación del pueblo hacia su máximo representante, uno democráticamente elegido, siendo esa responsabilidad y respeto, cualidades que se ofrecen – claro está – bajo una justa y objetiva condición de reciprocidad. 

Aquel que, en materia de seguridad ciudadana, actualmente siga pensando que “En Costa Rica no pasa nada” se asemeja indudablemente, a una testaruda, ciega y sorda oveja, forrada de una muy atractiva lana blanca… ¡Despierten, estamos en Tiquicia, un pequeño país infectado con la peor de las sarnas; una seria amenaza que bien mata lento como rápido, esa llamada Crimen Organizado…! De poco o nada sirve auto exponerse a una amenaza, haciéndose ver como frágil marioneta ante la imperdonable lente que lo capta todo; a la seguridad en general, se le toma en serio y así evitar llorar, sobre la leche derramada. 

Este es un comentario técnico, no uno político, por lo que es sumamente importante reiterar que, un buen equipo de protección – uno profesional – ofrecerá las normas de cumplimiento suficientes, eficientes y eficaces al dignatario, a efecto de que este, comprenda la realidad de su entorno y obedezca para que con esto, se evite lo que han experimentado Doña Laura y Don Carlos, un daño mayor. 

Se dedica, mucho respeto y admiración, a la Unidad de Protección del Organismo de Investigación Judicial [UPRO], una de cuya cimentación fui fiel testigo en 2006 y cuyo éxito, espero alcance lo que merece, la cúspide. 

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