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(Opinión) De la igualdad al machismo

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Imagen ilustrativa de violencia contra las mujeres

Rogelio Ramírez Cartín

Abogado y escritor


Antes, varias precisiones:

 

  1. El machismo es la supuesta prevalencia del macho sobre la hembra. Es decir, es menos que un resabio animal. Es una absurda resistencia a superar presuntos institntos bestiales y atávicos con los que el macho humano intenta disimular su cultivada inferioridad.
  2. Entre animales, la función del macho resulta ser un complemento y no una superposición sobre la hembra. La hembra suele estar llena de vida y el macho suele estar lleno de fuerza, así, ambos aportan para el éxito de la especie. Por eso, el machismo ni siquiera alude a comportamientos animales.
  3. El machismo es un producto social, corrupto, distorsionado y acomodaticio. Es la reacción cobarde de un grupo asustado cuyos complejos de inferioridad saltan a la vista.
  4. El feminismo se ha enrumbado por dos causes:

a-Una lucha justa por retomar la igualdad de la mujer. Un movimiento lógico y legítimo para visibilizar, desafiar y acabar con los atentados contra la dignidad humana de las mujeres.

b-Una reacción igual de extrema que el machismo, con todo lo negativo que ello implica.

Ahora cabe preguntarse ¿Cómo se instauró el machismo? ¿Cómo caló tan hondo en una sociedad de iguales?

El hombre quiso concentrar el poder sobre cosas, bienes y personas; y la amenaza a ello, vino de la lucidez femenina. Vaciados de argumento, llegó la represión masculina y luego la religión procuró legitimarla introduciendo la primera emergencia inquisitiva, decidida a reforzar brutalmente la verticalidad de las relaciones sociales, combatiendo toda disidencia, especialmente la femenina, como herejía. Esta emergencia se consolidó en el “Malleus Maleficarum” (“Martillo de las brujas”) en 1487, escrito por los inquisidores católicos Heinrich Kramer y James Sprenger. “Obra” consagrada como oficial, que maquilló de coherencia la persecusión y conformó el discurso castigador del sistema. Nació el proceso penal y su ejercicio se reservó para los “machos”. Entonces, el patriarcado se entronizó.

Dicha “obra” inquisidora de los católicos, degradó a tal extremo la imagen humana que debió recurrir a la discriminación biológica, para salvarse de su propio discurso. Se creo e identificó al “enemigo”: La mujer fue señalada, estigmatizada, perseguida, castigada y despojada de su igualdad y su dignidad humanas. La visión policial del saber se convirtió en la visión policial de la historia: Hay que buscar la causa del mal y ésta se halla en un grupo que peligrosamente conspira. Es la “causalidad diabólica”, la “sastrería de la moralidad” que luego se laicizará y producirá las teorías conspirativas de la historia y de los males sociales. La historia la escriben los “ganadores”, y a fuerza de vejámen, agresión, discriminación y amenaza, las mujeres resultaron “perdedoras”.

La religión sentenció que el mal se encuentra en el maligno y en su cómplice necesario: La mujer. El hombre se apoderó del discurso, del método y del sistema. Con las mañas del patriarcado inventó el machismo.

En cada mujer vive esta historia; en cada mujer vive esta lucha. En cada hombre está el germen del cambio. La igualdad es el estado a reconquistar.

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