- Una madre relata como el narcotráfico destruyó su familia
Redacción. Las guerras entre bandas narco siempre dejan consecuencias negativas, pero, además, corazones destrozados. Es la parte de la historia que pocas veces se cuenta.
Durante el 2015 y el 2016, el sur de San José vivió una trágica y sanguinaria disputa de territorios narcos que dejaron decenas de muertos en las calles, principalmente de Desamparados.
Entre esos muertos se contabilizan a dos hermanos que murieron en hechos diferentes. Uno de ellos tenía apenas 19 años y el otro 25. Eran muy unidos porque así los crió su madre, doña Olga, quien hoy aún llora al recordar los asesinatos de sus hijos.
«Siempre busqué educarlos de la mejor forma, pero el entorno me los robó. Siempre fueron muy unidos a pesar de que eran de papás diferentes. Comenzaron a perderse en eso de las drogas cuando salieron del colegio. Mi corazón de mamá me decía que ellos andaban en cosas malas y así fue», recuerda entre lágrimas esta madre de 54 años.
El más joven fue el primero en morir. Tres balas atravesaron su cuerpo cuando dos sicarios lo interceptaron mientras caminaba por Alajuelita.
«Yo estaba sentada en mi sala cuando llegó un señor del OIJ para decirme que mi hijo estaba muerto. El mundo se me vino encima y fue un dolor tan grande que aún hoy cargo porque nunca he podido superarlo.
Y peor cuando a los cinco meses mataron a su hermano. ¿Se puede imaginar lo que sentí como mamá? Me quitaron a mis hijos», relata.
Al otro de los hermanos la muerte lo alcanzó sin darse cuenta. Al parecer, también fue víctima de los sicarios y al igual que el crimen de su hermano sigue impune porque la policía nunca encontró a los homicidas.
«Ellos siempre fueron muy amorosos conmigo y me daban muchas cosas, pero para qué si ya no están conmigo. Yo les decía que el mejor regalo era que ellos trabajaran y dejaran de andar en las calles. Jamás me reconocieron en lo que andaban, pero yo lo sabía.
Nadie sin trabajar iba a dar en carros y con muchachas bonitas… era obvio que habían caído en lo fácil… Nunca midieron las consecuencias y la ambición los llevó a la muerte. Me duele decirlo y aceptarlo, pero así fue. Dios sabe que yo busqué sacarlos de eso, pero no pude.
Desde que eso pasó, yo le pido al Señor que me descanse porque no quiero vivir más. No soporto el dolor que me causó el narcotráfico. Es algo que no puedo cargar en mi corazón», afirma doña Olga.
Antes de que los dos hermanos se dejaran tentar por el mundo de las drogas, la familia pasó necesidades, pero nunca hambre. De acuerdo con la madre, todo inició cuando un amigo del hijo mayor lo indujo, primero, al consumo de marihuana y, después, a la venta de drogas.
«En mi barrio era una guerra. Todas las noches se oían balaceras y gritos… Después de los homicidios no pude vivir más ahí. La soledad y los recuerdos me hacían más daño», cuenta doña Olga, quien ahora vive al lado de una hermana en Cartago.