Redacción. En las últimas horas de la campaña electoral, mientras el presidente, Donald Trump, saltaba de estado a estado dando mítines y haciendo el último esfuerzo antes de que la suerte quede echada, Washington entraba en una tensa espera, informó ABC.
Más de 250 soldados reservistas de la Guardia Nacional han sido desplegados por si hay disturbios en la capital, y decenas de grupos han convocado varias protestas aquí en Washington para cuando cierren las urnas y comience el recuento.
El lunes, en la primera mañana verdaderamente otoñal de este año atípico de pandemia, decenas de obreros tapiaban ventanales, cubrían escaparates con chapa, rodeaban edificios con verjas metálicas.
El perímetro de seguridad de la Casa Blanca se había expandido ya y no se permitía el acceso a la plaza de Lafayette, que normalmente bulle con una variada fauna de turistas, manifestantes y predicadores.
Trump llega así a una de las pruebas más importantes de su vida en un búnker, desde el que seguirá el recuento y, si se tercia, cantará victoria. De momento hay preparada una velada con unos 400 invitados en la solemne Sala Este, donde, entre tapicería dorada, cuelgan los retratos de George Washington y su esposa Martha. Es el lugar, por ejemplo, en que tuvo lugar el velatorio de John Kennedy tras su asesinato.
El aislamiento de la Casa Blanca
Con Trump se ha consumado el aislamiento de la Casa Blanca, que comenzó con Bush tras los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Entonces ya se reforzó el perímetro de seguridad y se cortaron varias calles al tráfico. Hoy ese perímetro se ha multiplicado por dos, con más vallas, más barricadas de cemento, más agentes. Esta es, en varios sentidos, una presidencia con mentalidad de búnker.
Nunca, desde los años de Richard Nixon, ha recibido un republicano más del 20% de los votos en Washington. Hillary Clinton se impuso a Trump aquí con un 90% de apoyos. El presidente, al contrario de Obama, Bush y Clinton, no ha hecho vida en la capital.