Foto: AM Prensa.

Redacción- La Ministra del Instituto Nacional de la Mujer (INAMU), Patricia Mora renunció a su cargo por cosas que cataloga «inaceptables».

A través de un escrito en redes sociales, la ahora exministra señaló que en su calidad de ciudadana hace pública su renuncia al cargo de Ministra, producto de la indignación y preocupación por la manera en que se han manejado en los últimos días asuntos de interés nacional y que para ella, como mujer política que ha sido integrante del Consejo de Gobierno, son absolutamente inaceptables.

Aquí la explicación de la ahora exministra por su renuncia:

“En octubre pasado celebré como un hecho político relevante la instalación  del espacio del diálogo nacional. Participé así en las 12 sesiones realizadas, convencida de que era un ejercicio político noble y necesario. Porque el vivir en una sociedad cruzada por desigualdades profundas y por intereses diversos y contrapuestos, me ha convencido de que el esfuerzo por RECONOCER -en el amplio sentido que esta acción tiene- a quienes son, viven y piensan distinto, es el punto de partida para avanzar en la consecución del BIEN COMÚN.

El pasado miércoles por la tarde, asistíamos al acto formal de entrega al Primer Poder de la República de los acuerdos logrados, después de largas horas de trabajo en las mesas de diálogo. Conscientes de que dichos acuerdos eran modestos, pero entendiendo que se trataba de una puesta en común que permitiría seguir abonando, una vez más en nuestra historia, a lo que deseamos siga siendo la VÍA COSTARRICENSE.

Y resulta que mientras diversos sectores estuvimos allí, entregando los acuerdos de diálogo, desconocíamos que don Carlos Alvarado y su equipo económico no solo ya habían tomado la importante decisión de iniciar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sino que esta ya había sido comunicada al señor Director de la Nación, quien al día siguiente a primera hora salió a anunciar al país, en primicia, la decisión tomada.

En la entrevista, o más bien interrogatorio, al que sometió al señor Presidente de la República, el editorialista no perdió oportunidad de advertirle a don Carlos sobre la inutilidad del esfuerzo de diálogo nacional. Que no se trataba de señalar “valores intangibles”, le dijo. Que allí se estaba hablando “de plata”… Y que a él le costaba mucho entender “el festejo por la conversación”, que le parecía observar en el Presidente. Muestra inequívoca de desprecio por la lógica democrática. ¿Para qué sentarse “a perder el tiempo” -estaría pensando-, cuando se tiene la posibilidad de acudir a mecanismos, a vocerías y a atajos más expeditos y certeros?

Es esa la voz de los sectores que no han tenido la lucidez de desprenderse de una pequeña porción de su comodidad privilegiada para contribuir a que quienes nada o poco tienen puedan vivir con un poco más de dignidad. Pero no me detendré por ahora a describir ni las luces tan cortas ni la mezquindad tan grande con la que actúan.

Tampoco abordaré aquí la discusión sobre las medidas que han sido propuestas y que deberían ser tomadas con prontitud por el Poder Ejecutivo para evitar escenarios que agraven aún más las condiciones económicas.

No detallaré la preocupación que me provoca observar el retroceso en derechos laborales, la ley contra las huelgas y la propuesta de ley para legalizar jornadas inhumanas en perjuicio de las mujeres.

No me detendré a señalar los salvajes recortes a la inversión pública, aprobados en la Asamblea Legislativa en el marco de la discusión del presupuesto para el 2021, ni del daño irreparable que ellos causarán a nuestro Estado Social, construido con el esfuerzo de muchas generaciones de costarricenses y  debilitado gravemente en las últimas décadas.

Estoy señalando un acto simbólico que da cuenta de la impertinente y vergonzosa intromisión de los grupos empresariales en el ámbito soberano del Poder Ejecutivo. Estoy narrando un acto concreto que demuestra lo que hemos venido observando con enorme preocupación y que he denunciado en las sesiones del Consejo de Gobierno en reiteradas ocasiones: la práctica recurrente de despreciar el valor de la representación democrática, de imponer intereses corporativos en las decisiones de Estado, a espaldas de la población, intromisiones que se traducen en desigualdad, en privilegios para algunos y pobreza, violencia y exclusión para otros y otras.

Por mi parte, tras dos años y medio de intensa labor en el Instituto Nacional de las Mujeres, reitero mi compromiso de seguir trabajando por los derechos humanos, por los derechos de las mujeres, una y mil veces ignorados y violentados, y por conseguir -aún en condiciones adversas como las actuales- que prevalezca la esperanza de que la política pueda hacerse sin temor a los desacuerdos, procurando plataformas mínimas de coincidencias, con la aspiración inconmovible de garantizar una base mínima de ciudadanía a todos los seres humanos que habitamos este territorio y sin aceptar ninguna clase de presión ajena al interés superior patrio», escribió