Minor Araya Salguero

Criminólogo – Exjefe OIJ – Especialista SWAT

Hoy, 4 de febrero, no solo su institución le llora, la desgracia de perderlo afecta a todo un país. Geiner Zamora Hidalgo, 38, un valiente, honesto y dispuesto agente judicial.

Víctima, no solo de una manada de cobardes asesinos traficantes de drogas, él también fue víctima de una sociedad que se hacer ver como una traidora a sus raíces, principios y amor por su patria.

Sí, a él y a muchos otros valientes, capaces y leales funcionarios judiciales – caídos en el cumplimiento de su deber -nuestra escurridiza mojigateria, nuestra persistente negligencia, nuestra nefasta corrupción y, por supuesto ¡faltaba más..! nuestro nivel vergonzoso de cobardía, les fue colocando – poco a poco – debajo de las ruedas de un tenebroso y letal carruaje.

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«Al peligroso criminal se le conoce realmente en su ambiente natural, en las calles, mirándole a los ojos y enfrentando su esencia, energía e intención, sin ninguna constricción. Solo ahí y de esa forma, se puede conocer su capacidad de engañar y de hacer grave daño» – Minor Araya Salguero

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Un mortífero vehículo que muchos con poder de decisión y desde hace varias décadas atrás, parece que se propusieron construir con el único objetivo de destruir, desde sus entrañas, a aquello se supone deberían amar y proteger incluso con sus vidas. Sí, en lugar de entregarse a Costa Rica y su pacífica gente, le han  entregado, le han traicionado y dejado muy mal herida.

En el gran y pesado carruaje, sin escrúpulos pero de confortable manera, han colocado a las peores pestes, esas de apellidos narcotráfico, corrupción pública, legitimación de capitales, al homicidio, al asesinato, a la violación, y claro, el robo agravado no podía faltar al paseo y la fiesta.

Definitivamente, ese muy particular ataque cobarde y letal contra Geiner, el pasado viernes 31 de enero en la zona de Guapiles, marca un claro punto de inflexión. A Geiner le emboscan y matan, por él luchar de frente, con transparencia y con fuerza contra el crimen organizado; ese fenómeno que tiene de rodillas a Tiquicia.

Y, si los mafiosos se atrevieron a asesinar a un agente judicial ¡créanme! los demás buenos actores – los de verdad y por la verdad – que coadyuvan con la lucha en ese peligroso frente, deberían estar muy preocupados…

Parece que la hemorragia de «garantismo» de hipocresía, y pusilanimidad, en la que fuera considerada alguna vez como, la Suiza Centroamericana, ha logrado hacer de las suyas manchando de sangre de inocentes, las calles de muchos barrios que también, alguna vez solíamos considerar como tranquilos.

¡Es vergonzoso..! Porque, por lo general, acá por costumbre, la desgracia ya consumada, suele motivar a algunos – con la sartén por el mango – a rasgar vestiduras y pregonar a los cuatro vientos lo que van a hacer, cuando debieron hacerlo desde mucho tiempo atrás.

Al Organismo de Investigación Judicial, a esos compañeros y compañeras de Geiner, nuestras más sinceras muestras de solidaridad por tan grande perdida. Pero, hay que seguir adelante y no aguantar nada; arremeter contra la criminalidad violenta y nociva, siempre de la mano de Ley, del entrenamiento y de Dios, con fuerza, inteligencia y determinación.

A su señora esposa, Doña Susana y a toda la familia de Geiner, nuestra administración y respeto por ser una ejemplar, que sacrificó mucho por toda la nación costarricense.

Como costarricenses, debemos sentirnos muy orgullosos ya que no debe quedar duda alguna:

Como Geiner, aún quedan peleando otros muchos buenos, honestos y valientes ciudadanos que como funcionarios públicos adscritos a la Fuerza Policial, si aman y honran realmente a su país, a su familia y a su institución, que como consigna de Ley y Justicia, un buen agente judicial jura seguir y proteger.

¡Claro que hay esperanza..! Hay mucho trabajo por hacer…

Con mucho respeto y admiración, a las esposas, madres e hijos de nuestros buenos policías, los que en el tiempo, en la línea del deber, han perdido su vida o han resultado heridos. Ellas y los hijos del caído, sufren por mucho, las probables y terribles consecuencias de lo que conocemos como la profesión policial.

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