Por Minor Araya Salguero / Criminólogo – Exjefe OIJ
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Unas pocas palabras no solo para un magnífico por valiente y capaz investigador judicial; tambien para otros muchos buenos hombres y mujeres que en la Policía Judicial, solo buscan justicia para un honorable y muy merecido retiro del servicio, luego de muchos años de entrega.
Pablo, yo que te conozco desde esos 19 años que mencionas – cuando te uniste a las famosas filas de nuestra gran Policía – te entiendo como lo haría al leer a un verdadero experto en la materia policial; usted lo es por mucho.
Usted no es ni ha sido de juguete en nuestro OIJ, nunca ha sido ni será un caro adorno; usted es un policía judicial de respeto, de esos que en nuestra jerga conocemos como «un policía de verdad».
Y para serlo, para ser usted un investigador de respeto, ha tenido que sufrir lo que otros incluso dentro de la institución no y, mucho menos, fuera de esta.
Porque, para ser un buen agente judicial, la persona debe enfrentar retos increíbles, incluso inimaginables. Enfrentar un sistema interno que en ocasiones, huele a azufre cuando, a la vez, debes enfrentar al mismo demonio en las calles, «no es soplar y hacer botellas».
No importa, sea «con la panza vacía o llena», con salud o enfermo, con munición suficiente o sin esta, con superioridad numérica o sin esta, de lunes a lunes, de día o de noche, con o sin chaleco, siempre el agente judicial como usted, debe estar dispuesto no solo a trabajar como cualquier compatriota en este país, también a sobrevivir la terrible embestida del efecto de ese choque con la realidad criminal nacional.
Se debe estar consciente de que en cualquier momento, una terrible amenaza, una no cualquiera, pues es una con cinco sentidos, de varias cabezas, una que camina erguida y es capaz de arrastrarse de día o de noche, te enbosque y enfrente en manada, te coloque los cañones de seis pistolas en la cabeza y te diga «estás muerto hiju**uta, vos y toda tu familia».
¡No es jugando, también hablo, por supuesto, por mi experiencia!
Y, no es jugando porque, a pesar de que pasas días y noches pensando en el «cómo no me mataron, porqué sigo vivo, qué hago con mi familia», día con día, usted como un buen investigador judicial, debe seguir recibiendo la siempre abultada cuota de denuncias para indagar. Eso no para, no se detendrá esperando que te recuperes.
¡No termina, la zozobra no termina..!
Pero, con todo, algo te da fuerza para seguir adelante, porque debes hacerlo. No, no debes volver a ver hacia atrás, eso te dicen los psicólogos y psiquiatras pero, en tu profesión, aquello es imposible yterminas por dar una clase se supervivencia a ese tipo de profesionales que, al final de la jornada podrían ver en el golpeado agente judicial, una especie de «sujeto de aprendizaje».
Y no es de extrañar. No es cualquier persona la que llena los zapatos de un buen agente judicial.
Hay que estar lleno de un«no se qué» para trabajar una jornada de 48 horas continuas, siguiendo, vigilando y allanando a una peligrosa banda de asaltantes, una armada con rifles de asalto AK47 cuando, es un revolver S&W de seis recámaras, lo que se porta para defender tu vida y la de tus compañeros.
Hay que estar «lleno de un no se qué«, cuando te atreves a negociar cara a cara con un desquiciado mental armado, uno que tiene a su sobrino de 4 años tomado del cuello, dispuesto a despacharlo de este mundo y a quienes se interpongan.
Hay que estar «lleno de un no se qué», cuando se decide allanar una casa en la cual, un peligroso expresidiario furioso, dispara sin cesar su arma mientras tiene a su esposa e hija tomados como rehenes.
Hay que estar «lleno de un no se qué» para decidirte a ingresar a un edificio en donde, ya sabes que hay seis fugados de Reforma que duermen con las botas puestas y rifle en mano cuando, han jurado pelear hasta morir o huir en caso de enfrentar pelea con el OIJ.
Porque, hay que estar «lleno de un no se qué» para atender, para inspeccionar el pequeño cuerpo de una niña de ocho años «abierta en canal» y previamente violada por tres monstruos que, también destrozaron a sus padres y su pequeño hermanito, de tan solo cinco años.
¡Por Dios, hay que estar no se si dispuesto o bien, resignado a entregar tu vida por otros que siquiera conoces..!
¡Por Dios, que hay que seguir viviendo y tratando de dormir, a veces empapado de frío sudor, por el resto de tus días..!
Porque, hay que estar «lleno de un no se que» para luego de que, en tu legítima defensa, no solo tengas que ver el rostro de la persona que has matado o has mutilado, también para enfrentar los vicios causados por la ignorancia y arrogancia de aquellos que en estrados judiciales, injustamente se esfuerzan por acusarte unos, y condenarte otros.
Porque, hay que estar «lleno de un no se que» para aceptar las terribles secuelas que te han dejado varias heridas por balas .357 mágnum, en tu cuerpo. Las consecuencias para el policía y su familia, que traen los enfrentamientos a muerte entre agentes judiciales y el desesperado traficante asesino.
Entonces, cuando me entero de que en el tiempo, Presidentes y varios Diputados de la República, no han querido y no quieren que ese muy apaleado policía – uno del mas alto nivel profesional – al menos con algo de justicia, porque merece más, sea jubilado a los 55 años de edad, no es para mí de extrañar que agentes judiciales como usted Pablo, valientes, capaces, que por más de tres décadas han servido a su país con honor y sacrificio, hoy eleven su voz a la ciudadanía que bien han servido, únicamente pidiendo lo estrictamente justo.
Esas personas que hoy votan No, pretendiendo una edad de retiro a los 65 años de edad, tal vez nunca se tomaron el tiempo de investigar la naturaleza de trabajo del investigador judicial, nunca han tratado frente a frente y a efecto de hacer justicia, al criminal en su ambiente natural; en otras palabras, nunca han visto la cara de la muerte a los ojos y sobre todo, sus repercusiones.
Y, sin importar realmente si estos mandatarios y legisladores son conscientes o no, del tremendo desgaste físico y psicológico, al que diariamente se expone el investigador judicial, obviando incluso adrede, esta muy particular condición, estos son – para mí – otra de esas «cosas extrañas y temerarias» que forman parte de las múltiples amenazas que enfrenta el Investigador Judicial.
Pero, si de algo están conscientes los investigadores judiciales, es en el gran valor que tiene la familia en su vida. Aquella es lo único que en muchas ocasiones, le sostiene de pie; a pesar de esto, debido a esa naturaleza de las funciones, ese gran valor, es lo que más rápido pierde.
Porque, lidiar con la más peligrosa podredumbre de la sociedad, sin darte cuenta, te va consumiendo poco a poco y poco a poco, te puede estar convirtiendo en alguien que antes no eras. La paranoia, como trastorno mental, tiende a buscar un cálido nido en la mente del agente y no te percatas, hasta que mucho es más que evidente.
A usted Pablo, a mi hijo Minor y a todos los demás magníficos investigadores e investigadoras judiciales de nuestra Costa Rica – muchos de los cuales honor he tenido en conocer – nuestros respetos, nuestra admiración y nuestros deseos para con una pronta llegada de justicia en su favor. Porque por mucho, desde el año 2018, lo merecen.
Un abrazo y ¡Siempre para adelante!