Cartago. Clarita Amón era apenas una niña de 12 años, cuando su padre le comenzó a inculcar el arte de la costura para mantener la tradición familiar.
A tan corta edad, la otrora niña inició con sus trabajos que, con el pasar del tiempo, irían tomando otro rumbo. De la costura, pasó al bordado y fue ahí donde su vida cambió… Se convirtió en la costurera de Jesús Nazareno.
Hoy, Clarita Amón es más que una costura. Se especializa en el arte sacro y durante su trayectoria ha diseñado y bordado más de 50 túnicas para imágenes de Nazarenos y Vírgenes.
Los cayos en sus dedos de las manos dan fe de ese enorme trabajo de bordado. Uno de sus trajes más famosos lo porta el Nazareno del templo de María Auxiliadora, el cual lleva más de 1500 cristales preciosos pegados a mano.
“Es igual que hacerle un traje a una persona, pero en este caso se hace con un gran respeto a Dios. No lo veo como un trabajo, sino como un apostolado. Parte de mi corazón se va en cada vestido, ahí va mi alma…”, dice Amón.
En el último año, Clarita se encargó de la túnica que la imagen de Jesús Nazareno de los Frailes Capuchinos estrena esta Semana Santa. Fue un trabajo que le encomendó la Hermandad.
Amón, considera que este ha sido el reto más grande de todos en sus 15 años en el arte sacro por lo que representa esa imagen para los cartagineses.
En total, bordó a mano –ella sola- 9 kilómetros de hilo dorado para decocar la túnica con bordados únicos. Los moldes los tomó del Altar Mayor del templo y, con mucha paciencia, inició aquel trabajo.
“Después de que termino, rompo los moldes para no repetir nunca más una pieza. Para mi es como tallar un diamante.Prefiero trabajar de noche porque su tranquilidad me genera la paz que necesito”, detalla esta artista.
Un milagro en sus ojos
Hace tan solo tres años, Amón estuvo a punto de perder la vista por una infección que le generó cataratas. En ese entonces, bordaba el vestido de una Virgen de Ipís de Goicoechea.
Con la poca visión que tenía, se negó a renunciar y terminó aquel traje que hoy, la virgen aún luce con más de 5 mil perlas que ella pegó a mano.
“Me fui para el Santísimo y oré. Solo Dios me devolvió la vista y vea el reto que me puso…. Crearle una túnica al Nazareno. Fue mi milagro…”, añade Clarita.
Hoy, su arte ya salió de sus fronteras. Trabajos suyos lucen fuera de Costa Rica, no solo en vestidos sino también en otras piezas como un estandarte que bordó para una congregación de los Estados Unidos de la Virgen de los Ángeles.
“El bordado barroco lo aprendí sola. Comencé a estudiar la técnica y fue una técnica que poco a poco aprendí. Yo pintaba cuadros y me dije que bordar era pintar, pero con una aguja. Nunca me puse límites”, puntualiza.
Aparte de las imágenes, diseña adornos para los altares, mantales y las vestimentas de sacerdotes. El arte sacro se convirtió en su modo de vida, en una forma de sentirse cerca de Dios.