Lo sucedido este domingo en la fronteriza comunidad de El Concho de Pocosol, San Carlos, es un hecho lamentable que sacude al país y, aún, lo mantiene en vilo por las dudas que envuelven las muertes de los tres policías del Ministerio de Seguridad Pública.
Más allá de los cuestionamientos de si se trató de un doble homicidio-suicidio, hay otros más que salpican directamente, a los jefes inmediatos o superiores de los agentes de la Policía de Fronteras.
¿Cómo explica el jefe que sus subalternos permanecieron durante más de tres horas en un bar con pistolas, uniformes y patrulla? Es casi la mitad de la jornada laboral de un funcionario promedio, razón por la cual resulta difícil entender cómo la supervisión es prácticamente nula.
Nula porque definitivamente, ningún superior se enteró de que los policías estaban en el bar en horas de trabajo, cuando su deber era vigilar la zona fronteriza con Nicaragua, escenario en los últimos meses de un sinfín de situaciones a causa de los ilegales.
El manejo y aprovechamiento del recurso humano es tarea de las jefaturas de toda organización y el campo policial no escapa de ello. Incluso, ante la limitante de personal en los respectivos turnos, la supervisión debe ser todavía más rigurosa.
El jefe de los tres oficiales debe ser cuestionado sobre los procedimientos que ejecuta en esa unidad policial para controlar funciones y acciones que ejecutan sus integrantes.
Resulta difícil comprender cómo, durante esas tres horas, a los oficiales no se les solicitó vía celular o radio de comunicación, un reporte para saber dónde estaban o qué estaban haciendo. Simplemente, estaban por la libre. Nadie se comunicó con ellos luego de que informaron haber finalizado un trámite en la fiscalía y su regreso a la delegación.
Y cuando este tipo de situaciones se presentan lo que reflejan es una cosa: una ausencia de control que todos aprovechan.
Es una pena lo ocurrido con los oficiales y hasta entendible que este tipo de comentarios enoje a muchos, pero la realidad no se puede ocultar. Acá, los jefes también fallaron y merecen ser intervenidos.
El estar lejos de San José o de la regional en San Carlos puede ocasionar un relajamiento por parte de algunos que, en detrimento de sus funciones, obvian aspectos elementales que permiten el avance de toda estructura.
Hasta el momento, mucho se habla sobre los problemas emocionales de los oficiales y del triste destino que corrieron, pero hasta el momento nadie, oficialmente, se ha referido a la ausencia de ese control por parte de los superiores.
Tan responsables son quienes abandonaron su trabajo de vigilar la frontera por estar en un bar como aquellos que omitieron la supervisión de quienes tienen a cargo.
Es por ese motivo que, hoy, el jefe debe indicar dónde estaba y por qué nunca cuestionó (durante esas tres horas) dónde estaba su personal. La respuesta a la pregunta inicial no puede ser ignorada.
excelente nota Ivan, y si vamos más allá de el jefe por no supervisarlos, que tal si la unidades tuvieras gps para monitoreo interno, que tal si tuvieran cámaras internas en la unidad… eso no solo controlaría las unidades y al personal, también alertaría cuando alguno de ellos esté en una situación de peligro y prevendría múltiples situaciones incluyendo esta que acaba de suceder…
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