Minor Araya Salguero
Criminólogo – Exjefe OIJ
No debemos reírnos de nuestros policías, debemos comprenderlos; resulta que comprender lo desconocido, no es tan fácil como reírse de aquello.
Uno comprende, créanme. Cuando hemos vuelto la atención hacia algún desempeño de la Fuerza Pública o bien, de nuestras Policías Municipales, he notado como algunas personas «gritan a través de sus dedos» «¡Como es posible que no les den a nuestros policías de esas pistolas que electrocutan!». ¡Oh por Dios…!
Bien, sin pretender entrar en detalles, aquella cosa – tan aclamada – no es precisamente, comer donas en la patrulla; es un arma, una que si bien no se considera de fuego, si puede dejarte 2 metros 15 (matarte en términos policiales).
Si la semana pasada le hiciera saber a una buena Directora Regional del Ministerio de Seguridad Pública (MSP) que el PR-24 (bastón policial), en algunos aspectos de su instrucción, puede ser más delicada que un arma de fuego ¿imagínense que le hubiera dicho con respecto a un arma que inicia su secuencia de disparo, con 50 000 voltios…?
No, amigas, amigos. El uso del Taser simplemente «no es soplar y hacer botellas»
La famosa unidad táctica del OIJ, el SPII, marcó y rompió el primer camino – hará unos 20 años – con el Taser X26; una ruta (en nuestro país) de éxito en su aplicación táctica sí, pero gracias a cuatro aspectos fundamentales:
- Maestros de élite (Policía norteamericana).
- Entrenamiento arduo y adecuado.
- Personal táctico (SPII) envidiable.
- Equipo material (herramientas adecuadas).
Hoy, muchos dicen: «Por qué no le mandaron un choque eléctrico» – como si tratara de conectar una licuadora – refiriéndose al desquiciado mental del machete, allá en San Martín de Nicoya (agosto 16). Un tipo que hace destrozos en un supermercado de esa localidad, utilizando lo que parece ser ese tipo de arma punzocortante.
En efecto, a la Fuerza Pública se le puede criticar por el estilo de abordaje y tratamiento con respecto a la escena del suceso; susceptible al rotundo fracaso. No obstante, no cabe crítica, por no utilizar un arma de electrochoque en poder de operadores policiales poco o nada entrenados y por ende, preparados profesionalmente. Sería injusto.
En aquel supermercado nicoyano, otra metodología debió utilizarse. Una combinación de técnicas en donde, el arma de sondas en manos y mente profesionales, quizá hubiera coadyuvado con la propuesta de neutralización de la actividad antisocial, sin usar fuerza letal.
Utilizar el arma Taser por si sola, sin técnica y táctica apropiada contra un perturbado mental, puede ser un suicidio policial.
Creo imprudente que una policía (Fuerza Pública) que no sabe siquiera utilizar el PR-24, flaco favor le hiciera Don Michael Soto, al colocar en sus manos un arma cuya sofisticación, necesariamente requiere de un alto nivel de aptitud, en donde, ya avanzados 20 años de un nuevo siglo, aún no lo hay.
¿No me creen…?
Reno, Nevada, julio 26. A eso de las 08:45, varios agentes de la Oficina del Sheriff del condado de Washoe, se vieron en medio de una escena; una considerada como Incidente Policial. El invitado: un conductor que fuera detenido por conducción imprudente. Uno hasta educado, a decir verdad…
El tipo no quiere ser detenido y es rápidamente rodeado por unos 10 oficiales. Varios empuñaban su Taser hasta que, uno de ellos acciona su dispositivo en media calle y, se supone, contra la humanidad del imprudente conductor. Pues bien, el oficial falla…
Así es, falla – como cualquier ser humano – y uno de los terminales (arpones) impacta en la rodilla de otro de los policías. El agente que es impactado por el terminal de la sonda del Taser dispara, no intencionalmente, su arma de fuego, hiriendo al desobediente conductor en su hombro. Como decimos en Tiquicia: ¡Le pegó un balazo! ¿o plomazo..?
Nadie pierde su vida, por dicha. A pesar de esto, ¡vaya problema…! ¡vaya demanda…! a enfrentar esos, indudablemente bien intencionados policías y su institución. Pero, ya ustedes conocen ese dicho: «De buenas intenciones está…»
Tratar de ser un buen policía puede, perfectamente atraer, gran sacrificio y sufrimiento súbito, al pretender hacer algo correcto cuyo delicado proceso sufre, deformaciones accidentales.
Francamente espero, que esta experiencia y sacrificio de nuestros colegas de Nicoya y Reno, sirva a muchos en mí país, pero en especial, a nuestro Ministro de Seguridad Pública, Don Michael Soto. Desde hace mucho, pasó la hora de apuntar alto en materia de supervivencia policial. Mi buen amigo, sin duda alguna lo sabe y capacidad le sobra, para dirigir ese gran barco hacia esa ansiada modernidad.
Cuando se responde: ¡Soy Policía! que aquella respuesta, esté realmente informada…