“Costa Rica es un país pequeño, pero con un corazón grandísimo”. Con estas palabras, Andrey Amador envió un mensaje al mundo entero: No solo de Fútbol vive Costa Rica.
El pasado 20 de mayo de 2016, todos los costarricenses nos trasladamos al viejo continente para ayudar en cada pedaleada al primer costarricense en la historia que se vistió con la maglia rosa.
La imagen de nuestro país tomó otra forma, nos convertimos no solo en los “matagigantes”, también en la nueva cuna de ciclistas de categoría mundial. Los ojos del deporte de los pedales se posaron en los 51.100 km2 del territorio nacional. Y en ese instante, los deportes alternativos vieron una luz de esperanza frente a la sombra del balompié.
Sin embargo, detrás de toda la alegría vivida, nos olvidamos de varias cosas.
Las horas de esfuerzo para entrenar en un país sin lugares adecuados para la práctica del ciclismo de ruta y el tránsito de ciclistas, el irrespeto de conductores que rozan el brazo de quien deja el alma en cada pedaleada y la falta de apoyo a exponentes en deportes alternativos.
Gran cantidad de personas utilizan este medio para trasladarse a diferentes lugares por múltiples razones, y aun así no tienen espacios verdaderos para que transiten de forma segura. Si comparamos las ciclovías de nuestro país con los que se ubican en Colombia o España, dan mucho que desear. Las “ciclovías” no son respetadas siquiera por oficiales de policía.
También, se habla del velódromo nacional como espacio para que los ciclistas entrenen, sin embargo los ciclistas de pista y los de fondo tienen características muy diferentes en sus entrenamientos. No imagino a un Andrey Amador entrenando para escalar el mítico Passo Giau, uno de los puntos más altos del Giro de Italia, en 333.33 metros del velódromo.
Los espacios para el tránsito de bicicletas son solo la primera parte de toda la travesía de ser ciclista. Solo poder entrenar en la calle, expone a los deportistas y a las personas que se trasladan por este medio, a una serie de factores.
La falta de humanidad de conductores que irrespetan los límites de velocidad y pasan tan cerca de un ciclista que su corriente de aire los puede hacer caer es la más común. Sin mencionar el mediocre estado de las carreteras, donde los ciclistas deben sortear no solo vehículos automotores, también huecos y arreglos que dan una superficie lamentable.
Tampoco hay que culpar al oficial de tránsito que decomisó la bicicleta de Andrey en la ruta 27, cumplió la ley a cabalidad. Lastimosamente nuestro país está formado para amar el fútbol y las mismas leyes no permiten el desarrollo de este tipo de deportes que bien trabajados pueden traer más glorias y alegrías que el balompié.
Ahora, el máximo exponente del ciclismo nacional, ganador de una etapa en el 2012, compañero de mil batallas de grandes deportistas como Alejandro Valverde y Nairo Quintana entró a unas vacaciones forzadas y solicita el préstamo de una bicicleta para dar un nuevo pedalazo y traer alegrías a una Costa Rica sin sed de triunfo.