- Estudios también permiten abordar el impacto de la tormenta tropical Nate en las esferas
Redacción – En sitios arqueológicos de Osa de Puntarenas se encuentran seis esferas precolombinas de piedra que se someten a un fuerte estudio de investigación y conservación. Las pruebas y datos a analizar son vitales para la adecuada y pronta conservación y restauración de los monolitos más importantes de Costa Rica, etapa que se espera iniciar en 2019.
Los lugares de arqueología en Osa son El Silencio y Finca 6 y fueron declarados Patrimonio Mundial por Unesco en el año 2014, donde están las esferas que se están analizando por parte del equipo interdisciplinario de expertos. Este es liderado por Isabel Medina-González, restauradora y doctora en Arqueología con especialidad en Patrimonio Cultural y Museos; apoyada por Valeria Villalbazo, licenciada en Restauración y profesora adjunta de Isabel Medina, ambas de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, del Instituto Nacional de Antropología e Historia en México.
Por parte del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR) participa un grupo de once personas de las especialidades de arqueología, conservación, escultura y técnicos en la protección del patrimonio, entre los que destacan el restaurador Alfredo Duncan y los arqueólogos Javier Fallas, Adrián Badilla y Francisco Corrales.
Durante cinco semanas, desde el pasado 24 de abril y hasta el próximo 23 de mayo, la temporada de campo de conservación se desarrolla con el fin diagnosticar el estado de deterioro de las seis esferas, con un énfasis especial en la esfera más grande registrada hasta ahora en Costa Rica, con un diámetro de más de 2.5 metros, ubicada en El Silencio, en la que se concentrarán los mayores esfuerzos de esta temporada, con al menos 20 días dedicados a esta escultura monumental.
Medina-González explicó que se realizó un monitoreo de las esferas en Finca 6 para revisar el estado de conservación de su cenit que es la parte no enterrada de estas esculturas, la más alterada pues está expuesta a la temperatura, la humedad y lluvia y biocolonización, entre otros.
Los estudios también permitieron abordar el impacto de la tormenta tropical Nate en las esferas, que durante su paso en septiembre 2017 afectó considerablemente a la Zona Sur, incluyendo a los sitios arqueológicos que se inundaron, por lo que quedó una capa de sedimentos, que en algunos sectores alcanzó hasta 18 cm de altura y cubrió gran parte de los terrenos y de los monolitos.
Con antecedentes en visitas previas de asesoría en gestión y conservación, la primera temporada de campo derivada del convenio de colaboración entre México y Costa Rica en los sitios arqueológicos cacicales del Diquís tuvo lugar en julio de 2017. El material recopilado, los diagnósticos elaborados y las pruebas implementadas en aquel momento, ha permitido el avance en el conocimiento de los monolitos y su entorno inmediato.
Durante el proyecto del MNCR se ha contado con un convenio con investigadores de la Universidad de Costa Rica (UCR) en temas de geología, biocolonización y caracterización mineralógica. Además, algunas muestras colectadas en años anteriores en Finca 6 y El Silencio, fueron analizadas en México para conocer las diferencias de materialidad que conforman las esferas.
Los resultados obtenidos en 2016 y 2017 están siendo procesados para la conformación de un expediente de conservación, al cual ya se ha sumado un archivo documental de la historia de investigación de las esferas, según informó el MNCR.
“La documentación y el diagnóstico serán fundamentales en la toma de decisiones para definir el tipo de materiales a utilizar en la conservación de las esferas, como las capas de protección, llamadas pastas de sacrificio, que tienen que ser compatibles química y mineralógicamente, pero con propiedades que aseguren que ellas sean las que se sacrifiquen ante los agentes de alteración, por lo que se van a diseñar especialmente para las esferas”, comentó Medina-González.
Las esferas precolombinas son monumentos arqueológicos excepcionales, de los exponentes más relevantes, visibles, sofisticados y bellos de la cultura originaria de Costa Rica. La mayoría se encuentran en el sureste del país, en la planicie del delta del Diquís. La gran cantidad de esferas registradas a la fecha, el fino acabado de su superficie, su esfericidad casi perfecta, la variedad de tamaños, así como el proceso de manufactura, simbolismo y uso en espacios públicos, hacen que sean consideradas como elementos extraordinarios de gran importancia.