Iván Meza Kawas

 

Periodista

imeza@novumcomunicaciones.com


San José (2-7-20) El reloj marcaba la una de la tarde. Un día más de sobrevivir a la pandemia del contagioso y letal Covid-19 en medio de una golpeada Costa Rica.

En la pantalla de la soda Fresas en Curridabat, Ignacio Santos daba el pase a la conferencia de prensa.

Por un momento el lugar se paralizó. El cajero apuntó el control remoto y le dio volumen a la tele.

Un aire de tensión recorrió las mesas vacías que separaban a los clientes, como medida de distanciamiento social.

Con el tenedor suspendido en el aire y el bocado listo, un comensal observa en pantalla al Ministro de Salud, Daniel Salas. El acostumbrado parte epidemiológico de malas noticias se convierte en el momento más esperado del día para muchos, cuya subsistencia depende de la información anunciada en esta cadena nacional.

Como si fuera un partido de la sele, los “aficionados” mantienen sus ojos ojos clavados en el televisor de imagen lavada.

Se escucha un murmullo de desapruebo, como cuando recibimos un gol en contra.

“Dos setenta”, repite con los labios en silencio el comensal con su casado al frente, mientras vuelve a poner el tenedor con comida en el plato.

La cifra “del miedo” se esparce como el mismo Covid-19.

Parece como cuando “cae” el gordo navideño y todo el mundo corre a informar el número y serie del sorteo.

O como cuando tiembla y todos quiren ser los primeros en pasar el dato de magnitud y epicentro.

CONFIRMADO: CONTAGIO COMUNITARIO

La salonera se apresura e informa a la cocinera: “270 hoy, ya lo dijeron”, afirma asintiendo con su cara cubierta por una mascarilla negra, asomada por la ventanilla de los pedidos.

En la cocina se escucha el eco 270, 270.

El cuidacarros, cual reportero ciudadano, se apresura a dar la “alarmante” cifra al chancero de la esquina.

“Puta 270, estamos feos”, informa con una mano agarrando su careta plástica.
Cruzando la calle apresurado un hombre con pregunta exaltado, “¿cuántos dijeron?”. Es el taxista “pirata” del Palí ávido de información meridiana.

“Dos setenta”, repite el cuidacarros, “ya nos llevó la trampa”.

Pero la noticia que estaba por venir era aún más alarmante. El jueves dos de julio se confirmó la transmisión comunitaria del virus en el Gran Área Metropolitana.

“Dios nos agarre confesados”, agrega el comensal, que hace un dibujo en el aire pidiendo la cuenta a la salonera.

Así termina el indigesto almuerzo y la rutina de “pizarra, pizarra” que siembra como lo retratan estas escenas, desata el miedo a diario en el país y cuyos desgastados protagonistas ya son incapaces de dar un mensaje de aliento a la población.

Una población necesitada de un mensaje de esperanza, de liderazgo, de medidas económicas en castellano, un mensaje de buscar e insistir en la atención médica en caso de sospecha y no quedarse a morir en casa.

Pd: yo almorcé con pinto.