Redacción. Durante más de 30 años, Carlos González Carballo y su cámara de fotos fueron testigos directos de las noticias más importantes de nuestro país, vivieron en primera fila hechos relevantes como terremotos, accidentes aéreos, elecciones presidenciales y muchos acontecimientos más. Sin embargo, todo tiene su momento…
Desde que inició la pandemia en marzo anterior, el trabajo de González como fotoperiodista quedó en pausa y, por ende, sus ingresos económicos quedaron en cero. Su esposa, quien es dueña de un salón de belleza, también se vio golpeada por los cierres sanitarios que ordenó el gobierno.
De un momento a otro, todo se puso color negro, pero en lugar de quedarse en lamentaciones, el matrimonio y sus cuatro hijos -vecinos de Tibás- decidieron reunirse para tomar decisiones que les permitieran afrontar lo que se venía.
«Lo primero que hicimos fue vender alcohol en el gel. Con las ganancias llenamos de comida la alacena, solo de cosas básicas. Luego, mi esposa -que siempre ha sido emprendedora- se puso a vender pan casero y arroz con leche. Ahora al mes hacemos hasta 50 tantas por todos los encargos que nos hacen», narra Carlos González con optimismo.
Aunque durante las últimas tres décadas su cámara ha sido su fiel acompañante, este fotógrafo de profesión tuvo que dejar su equipo de lado para buscar un nuevo ingreso económico.
Actualmente, vende carne a domicilio y hace trabajos de construcción. Nunca pensó en quedarse a la espera de una ayuda, prefirió buscar en familia un nuevo futuro.