Harold ayudando a personas en condición de calle.
  • Ahora tiene trabajo y sueña con seguir sus estudios

Redacción- Escucho a lo lejos que gritan mi nombre y ahí la veo, es mi mamá, Cecilia. Me grita con todas sus fuerzas en un llanto desesperado: “¡Harold! ¡Harold! ¡Harold! ¡Pero venga! ¡Venga!”, me dice, mientras entre el “ya voy…ya voy”, me las ingenio para esconderme en una alcantarilla afuera de donde “La Macha”, en donde Roberto y yo acabamos de comprar droga.

No desiste, me sigue hasta la alcantarilla: “¿Pero qué hace Harold? Salga de ahí. Yo de aquí no me voy hasta que usted no salga”, me dice.

Roberto me mira con preocupación, tiene miedo de que lo agarren con droga: “Mae salga, nos van a echar la Ley”, me dice, mientras yo intento ordenar mi mente ya perdida y mis sentimientos ya indiferentes de todo, de la vida y hasta de mi madre.

Me mira de frente, no puede contenerse, llora desconsoladamente y en medio de su llanto, veo determinación, no piensa negociar, no se va a ir sin mi, me lleva a casa.

Así recuerda Harold Benavides el episodio que marcaría su vida y que sería el comienzo de una lucha, con altos y bajos, que lo llevarían a dejar atrás cerca de 10 años de vivir en las calles consumido en la droga.

AM Prensa conoció la historia de un hombre que no desfalleció y que agarrado de la mano de Dios, logró salir de la drogadicción y empezar una nueva vida.

«Siempre hubo dentro de mi un anhelo por ser diferente, o por lo menos ser una persona normal (entre risas).

Yo quería trabajar, tener una novia, ir al cine, trabajar, aspiraba a ello y pues dije bueno voy a intentarlo, en ese proceso yo me metí con cosas de la Iglesia y pienso que eso le ayuda a uno mucho», expresó Benavides a AM Prensa.

Harold comió de la basura, robó y le robaron en algunas ocasiones, durmió en alcantarillas y calles, hasta que una visita de su madre lo llevó por el camino deseado.

Fue en el 2010, luego de varios internamientos fallidos, que pudo internarse nuevamente y esa vez, salir adelante hasta ahora en el 2020 cuando a sus 47 años está apunto de graduarse del colegio.

Está en décimo pero espera sacar lo más pronto el último año, para ojalá poder continuar sus estudios y en algún momento ayudar a quienes como él les tocó luchar por salir de las calles y la drogadicción.

Actualmente realiza charlas y ayuda a distintas organizaciones que buscan apoyar a personas en condición de calle o en drogas.

Además, trabaja como remodelador y constructor de objetos en su casa de habitación en Moravia.

Sin duda alguna, una historia que demuestra que nada es imposible cuando el deseo y la convicción de salir adelante es más grande que el desafío.