Minor Araya Salguero
Criminólogo – Exjefe OIJ – Especialista SWAT
Cuando se escucha a un magnífico cirujano explicando lo que él va a encontrar y enfrentar al practicar una craneotomía, no sería de extrañar que el lego pueda pensar, y hasta expresar un profundo asombro; es normal, es comprensible.
En materia de control de disturbios, aunque usted no lo crea, el fuerte choque físico entre autoridades policiales y manifestantes no sólo es normal, es esperado y hasta, fácilmente predecible.
Esa particular colisión de fuerzas puede involucrar la participación de cualquier tipo de personas; buenos y malos policías tanto como manifestantes y maleantes. ¡No hay que asombrarse, es normal y esperado..!
Como también, son perfectamente visualizables la defensa y la agresión, como componentes clave del peligroso e indeseable encuentro.
De la policía, como institución especializada se espera que, esta se defienda y ataque utilizando los mejores medios legítimos y tecnológicos a su alcance. ¿Y del otro lado de la cerca…? Se debe esperar de todo, desde patadas y puñetazos, hasta pedradas, garrotazos y balazos. ¡Es normal y esperado..!
Lo que en mi experiencia no es normal y esperado es que, para que circule un vehículo policial (patrulla), este deba ser detenido, controlado, e intrusivamente registrado por los manifestantes ¿o maleantes…? Y, ¿Los oficiales de policía…? Parecieran ser, sorprendentemente apabullados y sometidos.
Se espera el fruto del diálogo, de la negociación pero, cuando la negociación falla, es el enfrentamiento, la lucha, ese lamentable choque de fuerzas – quizá con intereses compartidos – más no, el sometimiento y la humillación de las autoridades de policía; una condición – al menos para mí – muy bochornosa y degradante.
En tácticas policiales modernas, es la policía aquel componente que ordena cuando con determinación exclama: ¡Policía, al suelo! No a la inversa.
¡Por nuestra policía! Comprendamos al manifestante y no aceptemos el comportamiento del delincuente.